Sin duda hay que volver a insistir en el tema de incendios, porque de
nada vale el lamentarnos simplemente sin “poner
manos” a tratar de evitarlos en lo posible, sobre todo los que son
provocados intencionadamente —que son la mayoría—, o los que son debidos, al
menos subsidiariamente, a la negligencia de algunos dueños de terrenos que los
tienen tan abandonados que parecen estar incitando a los pirómanos a que les den
el cerillazo.
Si es cierto lo que he oído, creo que hay otro delito mayor, quizás
también por negligencia, cual es el que algunos terratenientes cobran un dinero
—creo que de Agricultura— como ayuda a limpiar sus parcelas, hacer cortafuegos
y tener aquello limpio para que un posible incendio no pueda ser causa, no sólo
de perder lo suyo, sino de prender en las parcelas o campos colindantes, y
dicho dinero —en una gran mayoría de casos— se suele gastar en otras cosas,
quizás justificando una pequeña parte, sin que Agricultura inspeccione si ha estado
bien empleado o si no se ha empleado en absoluto.
Hay otros tipos de picaresca, en esto de los incendios, de las que
habría que hablar largo y tendido: la cosecha asegurada que no salió y es
preferible darle el cerillazo y cobrar el seguro. Me contaban el caso ocurrido
en uno de nuestros pueblos con el dueño de unas fincas que, nada más que la
cosechadora estaba vieja, se le quemaba en un incendio en el que, “pobrecito”, perdía la cosecha y la vieja
máquina —que volvía a comprarle nueva el seguro— hasta que a la tercera máquina
quemada, el seguro se plantó, llegando a la conclusión de que los incendios los
provocaba el mismo dueño del terreno, por hacerse de una máquina nueva. No es
ésta la única picaresca y se ha hablado de otras muchas, como la de comprar
madera barata, provocar una serie de obligados jornales, etc., etc., sin que
olvidemos la envidia y la mala uva, factores muy dignos de tenerse en cuenta
aparte de otros más —para mí más dudosos— como es el que los ganaderos queman
para que haya brote tiernos como comida futura de su ganado. Pero hay otra cosa
en la que habría que insistir y es en las “penas”
que tiene el que a uno le cojan quemando algo que —según tengo entendido— están
obsoletas, como lo están las multas por los conceptos relacionados con todo
esto.
Yo creo que, por una causa o por otra, el asolar la riqueza del campo
español —sea ésta de quien sea— es una forma de terrorismo, porque la
desertización es un fenómeno irreversible
Diario HOY, 8 de agosto de 1985
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