martes, 26 de diciembre de 2017

La ciudad de los perros


Desde luego, ahora más que nunca, queremos mucho a los perros. La proliferación de canes en la ciudad es fabulosa y hemos de confesarnos amantes de los mismos. He dicho que queremos más a los perros y a lo mejor la frase no es cierta, ya que posiblemente lo que nos pasa es que cada día más, los hombres, aislados unos de otros y faltos de comunicación, necesitamos de alguien que nos mueva el rabo, como hacen estos dóciles y sufridos animales a cambio de muy poca cosa. El perro es un ser cariñoso que no se para a pensar —si es que piensa, que yo creo que sí— si su dueño merece el cariño que en él ha depositado, porque si se parara a pensarlo posiblemente le mandara al cuerno.
Toda esta perorata viene a cuento de que muchos dueños de perro no se ocupan de ellos para nada. El perro fue una ilusión momentánea y luego ha comenzado a ser “una lata” a la que hay que vacunar con regularidad, llevarlo al veterinario —porque sufre enfermedades— sacarle a pasear para que haga sus necesidades regularmente, ensuciando las calles y siendo uno responsable de ello —aunque esto lo pasaremos por alto— y creando una serie de problemas de los que crea cualquier ser vivo.
Posiblemente, entre los que mejor cuidan a los perros figuran los cazadores, porque el perro es el mejor compañero de caza, el que mejor te auxilia, el que no discute contigo y el que, por un descuido, muchas veces, recibe un tiro sin chistar ni llevarte al juzgado. Ya pasaron los tiempos de aquel cazador típico cacereño, “El Tío Toro”, que decía que a sus perros él “los vestía y los calzaba, porque la comida se la buscan ellos”, o debieron pasar estos tiempos que parece que no han pasado del todo, cuando se dan casos de muchos perros abandonados, tras de haber sido juguetes una temporada, que terminan en el “Lacero”, lo que para el perro es como para las personas terminar en la silla eléctrica Hace unos días, uno de estos perros fue atropellado por un vehículo y pudo provocar un accidente.
En fin, que el perro no es un juguete inanimado que podemos tirar a la basura cuando nos hartamos, sino un ser vivo, por lo que esos papás que compran un cachorrito como juguete —que aquí son muchos— deberían pensárselo antes de hacerlo, porque los problemas vienen después y los compartimos todos.
Diario HOY, 1 de septiembre de 1985

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