Con esto de la afición a la caza suele pasar como con la afición a los
toros. Creo que lo he dicho más de una vez, pero no está demás el recordarlo un
día como éste de salida de veda de la tórtola, de verdadero regocijo para todos
los cazadores.
Para entenderlo hay que ponerse en la piel del verdadero aficionado
que, hace ya varias jornadas anda indagando dónde habrá un buen “paso” para ir a “desfogar” su afición el primer día. Si ha tenido ocasión, ha salido
al campo provisto de prismáticos y se ha estado horas y horas en lo alto de
algún cerro indagando si se ve movimiento de esas aladas piezas que serán el
oponente cinegético —el reto— este día 24 de salida de la “media veda”. Si lo encontró, se ha frotado las manos satisfecho y
se ha jurado en su interior que por él nadie más conocerá ese sitio, a no ser
el compañero inseparable de cacerías que cada cazador suele tener. El empeño
puede parecer ingenuo a un no versado puesto que el campo está abierto a la
observación de cualquiera, pero no lo es para el aficionado que se pasará
jornadas sin dormir pensando que alguien pueda descubrir su “secreto” y pisarle el “puesto” que ha elegido en mente para el
primer día.
También los sueños no suelen tener límite; nuestro aficionado soñará
—como soñaban los indios con las praderas de Manitú— que ese primer día está
fenómeno de puntería y que abate docenas y docenas de tórtolas, con solo
apuntarlas y sin disparar, ya que el
estruendo del tiro no suena en los sueños (por si no lo sabían), y llenará su
morral de piezas, al menos en esta ilusión soñada. Más tarde, en la reunión o
tertulia que suelen tener los aficionados, sin soltar mucha prenda de dónde se
va a ir, se tratará de pulsar a los otros, “para
ver si se les saca algo de dónde irán ellos”.
La noche del viernes es noche para no dormir pensando en levantarse
antes de amanecer. Se consultará cuarenta veces al reloj y nos parecerá que no
marcha, para acabar tirándonos de la cama y marchándonos al puesto del campo
para entrar en él de noche. Lo que pase de ahí en adelante es lo menos
importante. Podrá no haber tórtolas; podrá haberlas y no matar una; podrán
matarse muchas, pero nada de esto complacerá tanto al aficionado como los sueños
vividos los días anteriores. Por eso decía al principio que aquí, como en lo
taurino, lo importante es lo que rodea a la “fiesta” antes de empezar, pero no la fiesta una vez concluida.
Diario HOY, 24 de agosto de 1985
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