Los grandes medios de comunicación de masas que han traído muchas
cosas buenas, también han dado lugar a que desaparezcan muchas peculiaridades
de pueblos, zonas o comarcas, logrando una unificación de las costumbres, la
forma de decir y aún los gustos (en los que nos mentalizan con la publicidad),
que han restado personalidad a las localidades, donde por estas causas están
desapareciendo: folklore, gastronomía y los que les diferenciaba de los otros
pueblos.
Esta uniformidad de las costumbres y la forma de decir ha sumido en
una mediocridad común a todos que, hablamos como la “tele”, designamos las calles y barriadas como oímos en las radios,
hemos perdido nuestros cantos y músicas para imitar los del cine, etc.
A cuenta de ello estamos todos cortaos por el mismo rasero y hasta
nuestras antiguas y bellas designaciones de las cosas las estamos perdiendo, si
no las hemos perdido ya.
Vamos a recordar algunas de estas cosas perdidas en Cáceres a la
vuelta de una generación escasa: Nosotros nunca llamamos a los municipales
guardias y mucho menos policías; para nosotros los vigilantes del orden
ciudadano eran celadores, palabra
mucho más bonita que las actuales. Ahora para nosotros todo son plazas porque
hemos perdido la designación de plazuelas
para las más pequeñas y recoletas a las que ya no diferenciamos de las más
grandes llamando plaza a todas; algunas se llamaron “potros” (como en Córdoba); hay calles que llevaban el nombre de “correderas”, como la de San Juan, porque
en ella se hacían carreras de caballos, o “carrera”
para indicar que antes había sido camino, como la “calle de la Carrera”; el lugar de los mercados de ganados para
nosotros era “el rodeo”, nombre que
pasó a América, pero que aquí hemos perdido. En fin, que estamos perdiendo
nuestra personalidad ciudadana a marchas forzadas y no sé si ello será bueno.
Diario HOY, 15 de mayo de 1985
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