A uno, que ha tenido que están “pringando”
en medio de él hasta las 4 o las 5 de la mañana ayudando a apagar el fuego que
destruyó parte del arbolado de los alrededores de Cáceres, único que existe
entre las carreteras de Medellín y Trujillo, los más bonitos valles y su
ecosistema, como son los de “Portanchito”
y “Del Toro” de Sierra de Fuentes;
que ha tenido que estar defendiendo con una triste manga y un escobón, durante
horas, el que el fuego no entrara en las veintitantas casas de campo que se
vieron afectadas y cuyas familias hubo que evacuar; que presenció de cerca el
esfuerzo de los Bomberos, Cruz Roja, Guardia Civil, municipales y vecinos,
entre otros; que ayudó a todos éstos y que vio que en unas horas una extensión
de 1.050 hectáreas de arbolado quedaron hechas un inmenso brasero y después un
paisaje de cerros y cerros de carbón humeante; a uno —repito— que estuvo “pringando”, le “chincha” mucho el que la nota oficial del Gobierno Civil que reseña
el asunto diga escuetamente: “A las 17,30
horas del día 22 se inició incendio en término municipal de Cáceres, quedando
extinguido a las 7,30 horas del día 23; se ignora extensión quemada y valor de
los daños”…
Sospecho yo que la misma sensación deben tener los que participan en
los fuegos, al ver que las escuetas y fría notas oficiales que los reseñan, sin
darles mayor importancia, y hasta puede que, visto fríamente, no la tenga;
porque si no, no se explica que un año tras otro se esté asolando España entera
con el fuego, y nuestras autoridades continúen tan frías, sin ser capaces de
atajar este asunto en el que debe haber mucha picaresca. También es sospechoso
el silencio de los “verdes” y los
ecologistas, que se rasgan las vestiduras si se mata un alimoche y se quedan tan
frescos si con un cerillazo se destrozan especies enteras de un ecosistema.
Diario HOY, 24 de julio de 1985
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