miércoles, 20 de diciembre de 2017

Imponer la educación


Yo no sé con qué gente vamos a entrar en Europa, porque resulta que sin ponernos siquiera de acuerdo aquí, muchos identificamos Europa como el sumun de la urbanidad y el civismo y hemos idealizado algo que, a lo peor no es así, aunque desearíamos que así fuera.
Otros, los menos, dicen que Europa es un atajo de mercaderes que nos tiran la frutas y nos asaltan y queman los camiones cuando estiman que nuestros productos pueden quitar clientela a los suyos; vamos, que Europa es una tajo de verduleros in conciencia, y hay hasta quien piensa que del exceso de educación y refinamiento salen esos vándalos que asaltan las gradas de los campos de fútbol haciendo que la gente se mate.
Pienso yo que todo esos extremos son exagerados y que en Europa hay gentes tan gamberras o más que las nuestras, pero que allí, de algún modo, han montado la cosa para obligar (obligar, sin ninguna duda) a las gentes a ser cívicas. Por no ir más allá, aquí en Cáceres la juventud confunde la democracia con el vandalismo, y prueba de lo que digo son esos doce inocentes arbolitos que adornaban el nuevo paseo de Hernán Cortés y que han sido “sádicamente” tronchados uno a uno; por si alguien duda de este vandalismo, que miren las estatuas mutiladas, las fuentes destrozadas, las papeleras quemadas o arrancadas a lo bestia y esto suele suceder cada noche de sábado, nada más que se toman unas copas que no saben digerirse. ¿La educación que se pide es la de esperar a que estos jóvenes maduren y sepan digerir el alcohol o la droga de por sí, o se emplearán otros métodos para obligarlos a ser cívicos, ya que ellos no lo son de por sí?... Porque con gente así no se entra, no ya en Europa, sino en pocilgas y basureros y hasta en estos sitios nos pondrían pegas.
Por desgracia no se nace educado, sino que la educación se impone y hay que saber imponerla.
Diario HOY, 25 de junio de 1985

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