Yo recuerdo, porque los he vivido, los tiempos en que para preguntar
cualquier cosa, por nimia que fuera, en un organismo oficial, tenías que pedir
permiso a la delegación de Información y Turismo y ésta, a su vez, en muchos
casos, tenía que pedir ese mismo permiso a Madrid, si estimaban que el asunto
era delicado.
Total, que cuando te llegaba la respuesta, la pregunta estaba ya
obsoleta y ni la pregunta ni la respuesta le importaba ya un “pito” a nadie, Como habrán adivinado, me
estoy refiriendo a la labor diaria que como periodista nos toca hacer a los
profesionales de cualquier medio, que en muchos casos nos solemos tropezar con
el muro del silencio o con el portazo.
Ni que decir tiene que me estoy refiriendo a la época de la dictadura,
y hay que reconocer que con la “ley Fraga”
que llegó por entonces, algo mejoró ésta cerrazón a dar cualquier tipo de información oficial sin medirla y
pesarla, como era obligado entonces. Desde esa ley en adelante ya dependió todo
de “los miedos” de cada gobernador de
turno.
Si el gobernador era miedoso y temía le volara el sillón por un enfado
de los de “arriba”, estabas perdido y
había que hacer las preguntas hasta por escrito y aguardar turno.
Pensamos que todo este “centralismo”
de Madrid se había ido al garete con la llegada de la democracia y aún, más
todavía, con la llegada de la autonomía. Pues amigos, hay que decir que nos
equivocamos, el centralismo se ha trasladado ahora a Mérida y la cerrazón allí
es más grande que lo fuera en la antigua capital de España. Si usted quiere un
simple dato del turismo que pase por Cáceres, que antes te lo daba la oficina
local, tiene que telefonear o escribir a Mérida, a Felipe Rodríguez, Jefe del
Gabinete de la Consejería de Turismo que, suponemos tendrá que preguntarle al
señor Torres, si da o no los datos y éste a su vez, a sus superiores.
¿Y lo de las puertas abiertas?, pues mire, es que como hace tanto
calor, si se abren se nos escapa todo el aire acondicionado.
Diario HOY, 14 de agosto de 1985
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