La vuelta de vacaciones, aunque hayan sido solo unos días de ausencia,
tiene sus sorpresas a la llegada.
En el caso del Ayuntamiento de Cáceres, esta sorpresa está en que con
las obras de reestructuración del Palacio Municipal, uno no acaba de enterarse
de por dónde está la puerta de entrada, ni la oficina o negociado que busca, lo
que te da una sensación de forastero en tu tierra que es curiosa y quizás más
agradable que molesta, porque el Palacio Municipal con las obras, y desde hace ya
meses, viene siendo un entretenido laberinto para el que lo visita brevemente a
resolver algo, porque para los que allí
tienen que aguantar los ruidos, el polvo y los inconvenientes de la obra, y ,
además, ir trasladando el negociado o la oficina —con todos sus papeles, que
suelen ser muchos— de una planta a otra
o acoplándose provisionalmente en distintas habitaciones, debe ser un martirio,
máxime si tenemos en cuenta que, con todo desmontado, ni el aire acondicionado
funciona; aunque creo que el del despacho del alcalde sí funciona, por lo que
las visitas a consultar nimiedades de los funcionarios al alcalde son
frecuentes, más que por la consulta, por refrescarse un rato.
Pero, en fin, vamos a lo nuestro, la verdad es que la vacación sirve
también para comparar lo nuestro con lo que por ahí hemos visto, y muchas veces
traemos el convencimiento de que nuestra ciudad no es tan sucia como pensamos,
porque las hay peores, o no tiene tan mal el pavimento, porque otras lo padecen
peor, con lo que también algo positivo se logra. En mi caso, también me ha
servicio para comprobar, personalmente, que el tramo de carretera a Mérida,
sobre todo en la parte de la provincia de Badajoz, es la carreta nacional peor
de las españolas, y esto debería tener algún premio o distinción, porque no
siempre se va a premiar lo bueno.
Diario HOY, 17 de julio de 1985
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