Todos los años, por estas fechas de agosto, los informadores locales
no tenemos por qué acudir a ninguna serpiente de mar veraniega, ni a ninguna
leona —como pasó en tiempos—, ni a sacarnos de la manga alguna historia que
entretenga a nuestros lectores, porque nuestro Ayuntamiento las monta, tan
entretenidas, que muchos pensamos que ojalá fuera agosto todo el año y los
cargos municipales fueran los suplentes y no los titulares que parece tienen la
sosera consigo mientras los suplentes —quizás hartos de estar en el banquillo—
tienen tantas ganas de juego que no dejan “pasar
una pelota” sin ir por ella. Esto es así de claro, e incluyo como titulares
a los suplentes habituales, como Marcelino Cardalliaguet, que deja “pasar balones” a barullo, para que el
alcalde titular “remate” cuando
regresa cada semana de sus estancias en Madrid. Los que sí tienen ganas de
ligar juego son Miguel Ángel Rubio y el propio Emilio Vázquez, aunque sea justo
reconocer que parece que el alcalde va
dejando “las guerras”
importantes municipales para que se “entretenga”
revolviéndolas Miguel Ángel, cuando él está de vacaciones. El que lo dude puede
recordar: la de la leche, la de las lechugas, la de los mercados y ahora, la
del pan que también tiene su parte bélica. Cuando el suplente es Emilio Vázquez,
que también sucedió en algunas ocasiones, teníamos una enorme invasión de
bandos de la Alcaldía que, se cumplieran o no —que esto es lo de menos— tenían
la virtud de entretener al personal y se pasaba agosto volando.
Ahora estamos en la “guerra del
pan”, que se diga lo que se diga resulta realmente entretenida y sirve de
tema de conversación a la mayoría, aunque sierva de tema de preocupación a los
panaderos que es lógico que se tomen el asunto más en serio.
Hay algo que debo decir, y es que todo esto se ha liado por buenas
intenciones, aunque de buenas intenciones está el infierno lleno y por un deseo
de ser justo a ultranza en la aplicación de la ley, sin contemplar matices, que
es el caso y la forma de ser de Emilio Vázquez, hombre tan estrictamente justo
en el deseo de hacer bien las cosas, que para él no hay más que “blanco o negro”, pero sin matizaciones
intermedias, cosa que irá muy bien para un inspector de consumo —pongo por caso—,
pero irá muy mal para un político, como se viene viendo en estos casos. En fin,
esperemos que la cosa no tenga mayores trascendencias y que sólo haya servido
para entretener este mes de agosto.
Diario HOY, 10 de agosto de 1985
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