En estas cosas de las elecciones parece ser que se lo toman más en
serio los electores que los elegidos. Lo digo porque en los casos en que los
partidos de los elegidos les retiran a estos su confianza, ellos siguen tan
ricamente ostentando el cargo y, lo que es más útil, cobrando por él lo
acordado. Esto no parece serio. Habría que comenzar preguntándose qué es lo que
elegimos los que votamos, si a la idea y programa que cada partido representa o
al hombre que está en las listas. Esta es la diferencia de las listas abiertas
a las de grupo o partidos, y creo yo que en esa filosofía y su aplicación
radica la sustitución y baja, o la permanencia del hombre a que su partido le
retira la confianza.
Si los actuales concejales —ya que me voy a referir a casos concretos—
han sido elegidos en listas cerradas, parece lo lógico que cuando su partido
los expulsa, o les retira la confianza, el interesado debe dejar su escaño a
otro que le siga en esa lista, porque a él no se le eligió a título personal,
sino por el partido que representa. Eso de pasar a grupos mixtos, etc., a mí,
personalmente, me parecen cosas poco serias que pueden valer en las lecciones
abiertas, pero no en las cerradas.
Este puede ser el caso de José Blanco en la Diputación y en el Ayuntamiento,
por expulsión de su partido, aunque como Pepe Blanco no ostentaba más cargo en
ambas corporaciones que el de elegido de número, el caso puede explicarse. El
caso incomprensible es el de Julio Antonio Sánchez Buenadicha, que aunque su
partido le ha dado de baja, el sigue siendo teniente de alcalde, delegado y
concejal y recibiendo los emolumentos extras, como si aquí no hubiera pasado
nada, y sin dar una explicación de su actitud. Si él entró a ser todo eso en
lista cerrada y por ser de Extremadura Unida, no es explicable que lo siga
cobrando cuando deja de ser de su partido.
La cosa tiene un nombre, pero no me atrevo a decirlo.
Diario HOY, 31 de mayo de 1985
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