Cáceres no tiene fama de ser una ciudad sucia, porque en líneas
generales funciona bien el servicio de recogida de basuras y el de la limpieza
viaria, lo que quiere decir que hay ciudades mucho más sucias que la nuestra.
Lo que le pasa a la nuestra, de poco tiempo a esta parte, es que comienza a estar
abandonada, no quizás en lo de la limpieza, pero sí en lo de las pequeñas
atenciones callejeras, del bache que se eterniza, el acerado al que le faltan
un montón de baldosas, sin que nadie lo repare, la obras que no terminan nunca,
las señalizaciones o vallas que defendían estas obras que no se retiran aunque
la obra haya concluido hace tiempo, el espejo de tráfico roto cuyo cristal no
se repone hace meses, los semáforos estropeados que tampoco se reparan, etc.,
etc.
Todo esto en cuanto a lo que se refiere a la ciudad moderna que
habitamos y frecuentamos mucho más que la Ciudad Monumental que está dentro de las
murallas, que la tenemos —o deberíamos tenerla— como gala que enseñamos a los
turistas y de la que Dionisio Acedo dijo que eran “nuestros futuros pozos de petróleo” si lográbamos cuidarla y
divulgarla para que el turismo, que ahora la frecuenta tímidamente, viniera en
mucho mayor número. Todo esto quiere decir que este museo vivo que es la Ciudad
Monumental —aunque en él viva gente— necesita un trato especial y diferenciado
que no le estamos dando, ya que lo más que hacemos es tratarla igual que la
otra ciudad moderna, que ya está por sí abandonada.
Viene esto a cuento porque en todo el recinto monumental hay montones
de bolsas de basuras, esperando el camión que se las lleve, pero en sitios tan
mal elegidos que, por ejemplo, en uno de los más bellos rincones del exterior
del Convento de San Pablo, bajo un cristo de piedra, es donde se depositan. ¿No
podrían buscarse sitios menos a la vista?.
Diario HOY, 21 de agosto de 1985
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