Ha muerto Domingo Sánchez Loro y creo que nos debe quedar a los extremeños
que amamos nuestra cosas un remordimiento de conciencia o, al menos, un resquemor,
porque se nos ha ido sin que, de algún modo, le agradezcamos lo mucho que ha
hecho por Extremadura dentro del campo intelectual.
Era un hombre tan callado y humilde, tan poco vanidoso, que quemó su
vida y su vista en trabajar y ponernos en claro y a mano, hacernos digesto,
todo lo que desde los primeros siglos se había dicho o escrito sobre Extremadura.
Una obra ingente que no ha hecho nadie hasta ahora nada más que él y que está
recogida en la “Biblioteca de Publicaciones
del Movimiento” —que fundó él mismo para poder recoger todos esos libros
que son hoy día joyas y de los que antes existía quizá un solo ejemplar— porque
él era un intelectual procedente de la Falange, aunque nunca mezcló la política
con la investigación y no se dedicó más que a trabajar toda su vida sin pedir
poltrona, cuando muy bien pudo hacerlo.
Ha sido la suya una vida ejemplar de verdadero sabio y ha muerto como
vivió, sin vanidades. Pero creo que le hemos fallado al no decirle alguna vez,
de una forma oficial o conjunta, que comprendíamos su esfuerzo y se lo
agradecíamos, aunque él no necesitara aplausos para seguir quemando su vida a
favor de los demás. Era un enamorado de Extremadura y lo demuestra su
producción que abarca toda la región sacando del olvido libros que sólo un
intelectual con su tesón podía conocer: “Bibliografía
de Extremadura”, “Vida y milagros de
los padres emeritenses”, de Paulo Diácono; “Amenidades y florestas de la provincia de la Vera”, de Azedo de la
Berrueza; “Historia y anales de la ciudad
y obispado de Plasencia”, de fray Alonso Fernández; “Historia de Cáceres y su patrona”, de Benito Boxoyo, y una separata
del monumental “Diccionario Madoz”,
en cuatro tomos, de todo lo que se refiere a Extremadura, con un larguísimo
etc.
Creo que le hemos fallado a Domingo, pero si vale, yo me arrepiento de
ello diciéndole “Gracias, Domingo, y perdona este retraso que no perdonó la muerte”.
Diario HOY, 29 de mayo de 1985
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