Hay temas de los que a uno le da repelús hablar, pero que en muchos
momentos surgen como interrogantes que uno desearía que alguien le aclarara. Se
ha llegado a afirmar y al parecer es cierto, que nuestra ciudad y aun sus
pueblos del entorno son una especie de “paraíso”
para los infartos de miocardio. Dicho de otro modo, que aquí es muy corriente
morir de infarto, sin que al parecer se sepan las causas ciertas de ello, ya
que otras zonas y comunidades que tienen la misma dieta alimenticia que la
nuestra y aun el mismo entorno climático padecen menos esta enfermedad que la
padecemos nosotros
Algún especialista de estas cosas me confesaba que se aventuraban
muchas teorías para justificar este fallo localista de morir de infarto —sin
hacer falta las auditorías anunciadas por algún destacado socialista— pero que
no se llega a saber ciertamente por qué unas comarcas son más dadas a una
determinada enfermedad que otras, y a la nuestra le ha tocado como popular esa
forma de dejar este valle de lágrimas. Como resulta que el valle hay que
dejarlo de todos modos, muchos se consuelan diciéndose: “¡Qué le vamos a hacer, ya que de algo hay que morir!”. En efecto,
pero uno espera que sea lo más tarde posible.
El doctor Sodi Pallarés, un especialista mundial de estas cosas, que
ahora está en Cáceres, nos decía que el infarto se gesta en el individuo
treinta años antes de que se le manifieste y es entonces cuando hay que
comenzar a prevenirlo, no cuando ya lo tenemos encima. Por si les vale, también
nos decía que las materias enemigas del corazón son el sodio y el calcio y las
amigas son el potasio y el magnesio.
En fin, que los cardiólogos se han reunido en Cáceres, y ahora sería
el momento de que nos aclarasen estas cosas.
Diario HOY, 10 de octubre de 1985
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