domingo, 31 de diciembre de 2017

¿Volvemos a los antiguos tiempos?


Volviendo, aunque sólo sea filosóficamente, al principio de las cosas, los hombres somos unos seres tan violentos que lo que hoy se ha convertido en los saludos habituales, como es el estrecharse la mano, se inició como necesidad de sujetar la mano derecha del otro, del oponente, para tener la seguridad de que no trataría de cortarte en dos, con su espada, en un simple descuido. Es más, el saludo brazo en alto (tan denostado ahora, pero que fue la salutación romana en lo antiguo) vino porque los soldados romanos que invadieron España no solían fiarse de los iberos y los hacían ir brazo en alto cuando venían en son de paz, para lo que tenían que dejar sus espadas, lanzas o arcos y llevar la mano abierta. Pienso yo que, siguiendo esta regla de tres, el saludo actual debería ser el de ir con los dos brazos en alto, ya que se están poniendo tan de moda los atracos que ni los maleantes dan abasto para atracar, ni la Policía da abasto a detenerlos.
Siguiendo un poco el hilo de esta historia ingenua, podemos pensar que el hombre se valía por sí y se autodefendía de la ambición de los otros, en solitario, hasta que llegó la sociedad que, mediante unos acuerdos (en forma de impuestos) se encargó de defender al individuo “de orden” del resto de los individuos “desordenados”, que no estaban más que a lo suyo. Esto ha ocurrido últimamente, por ejemplo, en el Oeste americano donde los ciudadanos llevaban pistolas al cinto hasta que llegó “La Ley” en forma de sheriff, con lo que dejaron las pistolas en casa.  Era un derecho que el ciudadano cedía a la sociedad porque la sociedad le garantizaba su vida y hacienda. La pregunta es ésta: ¿Cuándo esto comienza a no poderse garantizar del todo, qué debe hacer el ciudadano? ¿Volver a ponerse en el cinto la pistola o “tragar” con que le esquilme cualquier maleante?. Esto se preguntarán “El Figón” y otros tantos establecimientos, atracados últimamente, así como sus dueños y un montón de cacereños más.
Diario HOY, 29 de octubre de 1985

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