El 23 de julio pasado se cumplió el 50 aniversario del único y
sangriento bombardeo que sufrió Cáceres durante la Guerra Civil. Nuestro periódico
se ocupó de la efemérides cumplidamente y ofreció una serie de datos y curiosas
fotografías de aquel entonces, por lo que no vamos a centrarnos en detalles de
aquello, si no es decir que las víctimas que se entierran el día después,
muertas en acción de guerra republicana, son 33, más otras tres que se llevan a
enterrar fuera, por ser personas forasteras, y los heridos muertos
posteriormente, se están enterrando hasta el día 26 de aquel julo de 1937, con
lo que las víctimas alcanzan quizás las cuarenta personas, sumiendo en luto a
aquel Cáceres recoleto que no tendría arria de 30.000 habitantes
Pero hay un aspecto que es el que quiero comentar, sin tratar de
profundizar en heridas ya posiblemente cerradas, y es que el bombardeo que sembró
de víctimas y terror a Cáceres de entonces, tuvo también un aspecto en lo que
el urbanismo se refiere que visto cincuenta años después, tenemos que catalogar
de positivo.
Muchas de las casas que derruyeron las bombas no volvieron a
levantarse, sino que sirvieron para agrandar plazuelas o pasos conflictivos en
calles que desde entonces son más anchas y practicables y de las que las nuevas
generaciones no tienen ni idea. Por ejemplo, lo que es hoy a Plaza de las
Piñuelas, aparcamiento y entrada posterior al Ayuntamiento, no existía puesto
que lo ocupaba una casa de dos pisos y terraza que destruyó una bomba y no
volvió a levantarse. La entrada a la Plaza Mayor desde Defensores del Alcázar,
era muy estrecha, ya que la cerraba —en cuello de botella— un finca
propiedad de Mateo Laporta, que hizo desaparecer una bomba, y no volvió a
reconstruirse, sino que sirvió para terminar el proyecto de ensanche de esa vía
y así, en algunos sitios más, como el Rincón de la Monja, se reconstruyó lo destruido
dejando un mayor espacio a lo que era vía pública.
No quiero decir más que el bombardeo fue también una violenta operación
quirúrgica de nuestro urbanismo.
Diario HOY, 21 de agosto de 1987
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