También es oportuno volver a hablar de caza, porque el colectivo de
deportistas cinegéticos es grande y porque estamos aún en la llamada media
veda, aunque —como suele decirse— “nadie
se come una rosca”.
No solo porque no hay tórtolas, sino porque los inconvenientes de
salir al campo a practicar este deporte cada vez son mayores y el cazador, cada
año, tiene el temor de haberse olvidado de algún papel de los que se exigen, o
de alguna de esas normas a que dichos papeles obliga, en nuestra comunidad, como
es la de llegar al puesto con la escopeta enfundada, y volver a enfundarla si
uno se cambia de puesto.
Imagínense que, como viene sucediendo, uno llega al puesto tradicional
y al ver que no hay “pasos”, tras de
mirar con los prismáticos a un lado y otro, se cambia de puesto tres o cuatro
veces, pues tres o cuatro veces que tiene que enfundar la escopeta porque si no
está infringiendo las normas que nuestra autonomía ha decretado. Pero no sólo
es eso, sino que si usted es propietario o copartícipe de un coto (que si lo va
a tener por unos años, suele mirarlo como la niña de sus ojos) tampoco tiene la
libertad, que tenía años anteriores, de irse a él a tirar tórtolas, este año
tiene que solicitar un nuevo papel (sin el que no podrá tirar las tórtolas por
muy suyo que sea el coto) y entre las normas que te recuerda el papelito figura
el que no se pueden matar más de 25 tórtolas por puesto, o por escopeta.
Los que comercializan todo esto te ofrecen ahora puestos de tórtolas
en lo que se tiran más de 200 tiros, a 25.000 pesetas puesto; pero si usted
cumple la estrecha ley de nuestra autonomía matando sólo las 25 tórtolas
autorizadas, cada una le ha salido a mil pesetas, aparte de otros gastos.
Como verán don Jesús Garzón, o los que legislan todo esto nos están
poniendo el asunto imposible. Pero lo peor ha sido el cambio de criterio.
Antes, el cazador era un deportista cumplidor, mientras que no se demostrara lo
contrario; ahora uno tiene que demostrar, antes de salir al campo, que va a
cumplirlo todo, o no lo autorizan a salir a él.
Diario HOY, 8 de septiembre de 1987
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