Dice el profesor Antonio Campesino, hombre preocupado por el urbanismo
de Cáceres y que lo ha estudiado a fondo, que la mejor forma de conservar los
viejos edificios de la ciudad monumental es devolverles el uso que tuvieron en
su tiempo; o sea, dedicarlos a morada y habitación de los cacereños.
Coincidí con Antonio Campesino en una “mesa redonda” sobre estas cosas y me sorprendió la claridad de
ideas que sobre el punto tiene, aunque estimo que muchas de estas ideas son
difíciles de llevar a la práctica, pero nuestra vieja ciudad monumental no
puede ni debe venírsenos abajo y máxime ahora que no es sólo patrimonio de los
cacereños, sino del mundo entero. Es posible que por ello, ese inconcreto “mundo entero” pueda echarnos una mano
llegado el caso, pero como la conservación del patrimonio, al igual que la
caridad bien entendida, comienzan por uno mismo, tendremos que ser nosotros los
de casa, los que demos el primer paso.
Volviendo al tema suscitado sobre la conservación de la ciudad monumental,
la dificultad reside en que muchos de esos palacios tienen más de un centenar
de habitaciones (el de Hernando de Ovando tiene 200) y ustedes me dirán cómo
pueden habitarse y conservarse tantas habitaciones en un solo inmueble. Lo más
fácil para la conservación es convertir algunos de esos palacios en museos
pero, según el profesor Campesino, esa sería la muerte de la ciudad, que debe
seguir conservando su vida, o la vida dentro de esos palacios, dándoles una
función viva —valga la redundancia—. Por ello me complace el que la Diputación haya comprado uno de estos enormes
palacios para convertirlo en parte de ese parador u hostería que dentro del
recinto se está construyendo. No importa el que ese inmueble esté algo alejado
de lo que será núcleo principal del parador, sino que volverá a cumplir una función
como la que tuvo, tener gente dentro que viven en él. Aunque sólo fuera por
eso, habría que darle las gracias a la Diputación provincial… Aunque nos queden
otros muchos palacios a los que darles función.
Diario HOY, 21 de mayo de 1987
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