El respeto a las señales de tráfico en general y a los semáforos en
particular, por parte de los conductores, comienza a decaer, no sabemos si con
los calores, aunque en el caso de las motocicletas y ciclomotores podemos decir
que es casi nulo, porque la mayoría de sus conductores se pasan los semáforos
en rojo y marchan por direcciones contrarias con la mayor desfachatez.
Un caso ejemplarizador
Un caso que puede servir de simple muestra de lo que comentamos es que
los vecinos de la calle Pintores, en una de estas noches pasadas, sobre las dos
de la madrugada, hubieron de llamar a los guardias para decirles que uno o
varios individuos con motocicletas estaban circulando por las calle Paneras y
Pintores, donde está totalmente prohibido el paso de ningún vehículo y máxime
el paso provocativo y con recochineo insistente de escape libre y motor a toda
potencia, que tales individuos estaban ofreciendo al vecindario que trababa de
descansar.
Ni que decir tiene que los guardias no llegaron a tiempo y estos u
otros motoristas seguirán saltándose semáforos, recorriendo calles prohibidas y
haciendo lo que les venga en gana, porque este asunto del tráfico en la ciudad
cada día funciona peor.
Civismo, más civismo
Yo quisiera explicarme el fenómeno de la siguiente manera: agarrados a
la escasez de guardias, hemos fiado demasiado en el civismo de nuestros
conductores, pero el civismo se olvida si tras de él no hay alguien que le pare
los pies al incívico y, desgraciadamente, en nuestras calles no se ve un solo
guardia cumpliendo la simple función de vigilancia, en este sector del tráfico.
Sólo los tenemos para la grúa.
Por poner un ejemplo de país democrático diremos que en Norteamérica,
el conductor que se salta un semáforo o va por dirección prohibida, tiene 500
dólares de multa y retirada del carnet, que podrá volver a obtener tras de
examinarse de nuevo en una autoescuela de la policía.
¿No creen que es hora de imponer algo así en España?
Diario HOY, 15 de agosto de 1987
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