Las celebraciones conmemorativas de la designación de Cáceres como “Patrimonio de la Humanidad” se están
extendiendo a todos los colectivos, hasta el punto de que cualquier cosa que piensa
organizarse se la motiva y relaciona con la designación de nuestra ciudad como
patrimonio del mundo.
No es malo
Yo no digo que esto sea malo, sino que me pregunto si en realidad
servirá para algo que cree conciencia en los mismos cacereños de lo que
realmente se celebra y les sirve para valorar esa joya de ciudad monumental
conservada de milagro. Es curioso saber que muchas familias cacereñas han
recorrido el mundo, porque ahora se viaja mucho, sin ocurrírseles ni por asomo
el visitar el propio museo de las Veletas, y el aljibe árabe, que se señala
como pieza única en el mundo, donde no existe más que otro similar en
Constantinopla. A cuenta de ello, un cacereño amigo me confesaba que, estando
en esa ciudad turca, en uno de estos viajes organizados, les llevaron a un
aljibe y el guía les indicó: “Esta es
pieza única en el mundo y sólo existe uno similar en España, en la ciudad de
Cáceres”.
La vergüenza de no conocerlo
“Tal vergüenza me dio no
conocerlo, siendo yo cacereño —me decía ni amigo— que nada más llegué a Cáceres, lo primero que hice fue marchar al Museo
de las Veletas y pedir visitar el aljibe, que me pareció curioso y del que, por
lo menos ahora, puedo decir que lo conozco”.
Yo creo que a muchos cacereños nos ha pasado eso alguna vez y hemos
sentido la misma vergüenza de no conocer lo que tan cerca tenemos. Eso es lo
que espero yo que pase con estas celebraciones de conmemoración que, si traemos
a muchos forasteros y turistas en general, ávidos de conocer esta ciudad,
recién declarada patrimonio del mundo, nos despertarán el “apetito” de conocerla a los que en ella vivimos y nos acercamos por
allí con otros ojos. Porque para muchos, aquellas calles son estrechas y de
paso exclusivamente y les suele pasar como a un presidente de la Audiencia
Territorial de los primeros tiempos que, en unos informes sobre la ciudad
decía: “Sus casas son viejas y de pura
piedra sin blanquear. Los indígenas dicen que no las blanquean porque son
palacios, disimulando así su dejadez y holgazanería”. Estaba enterado el
presidente.
Diario HOY, 12 de marzo de 1987
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