Lo malo y lo bueno en esta vida es que “todo llega y todo pasa” y que “no
hay mal, ni bien, que cien años dure”. Digo esto porque estos días se
produce el relevo vacacional de mucho del personal que aún trabaja, a Dios
gracias, porque por el camino que vamos España (perdón, este país) se va a convertir
en una nación de subsidiados en la que el trabajo será un resto arqueológico
para enseñar en los museos. No sé cómo podrá producirse ese milagro, pero vamos
camino de ello y eso querrá decir que en vez del mes de vacaciones como
estaremos todos de vacaciones obligadas, tendremos que solicitar el mes de
trabajo, para compensar los otros once en los que obligadamente estaremos
vacacionando,
Felices vacaciones
Pero no hagamos futurología, sino simplemente diremos que,
afortunadamente aún hoy, una tanda viene ya tostada de las playas y otra se
marcha a tostarse, por lo que yo —que soy de los primeros— deseo a los que
marchan toda clase de parabienes y buenos deseos en esas vacaciones que, como a
mí, se les harán cortas. Como este tiempo vacacional te da ocasión de conocer
otros sitios y comparar con los lugares donde habitualmente uno se mueve, hay
algo que tenemos que registrar, como es el aumento del número de mendigos,
pícaros y menesterosos que en poblaciones grandes forman plagas. Pero lo más
curioso de todo esto son las formas de pedigüeño, limpiando el parabrisas del
coche, vendiéndote pañuelos de papel o perfumadores, que emplean algunos calés
principalmente.
Mi asombro ha llegado al colmo al ver que, en una de estas obras que
se hacen en la carretera nacional V, entre Almaraz y Jaraicejo, en un sitio
totalmente alejado de cualquier población, como se forman largas colas de
vehículos que esperan, sin saber de dónde aparecieron los calés intentando
vender pañuelos o perfumadores a los que esperaban… Para que luego digan que
los calés no trabajan.
Diario HOY, 2 de agosto de 1987
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