Hay una curiosidad que se suscitó en la rueda de prensa que dio, hace
unos días, el secretario general técnico de la Unión de Criadores de Toros de
Lidia, Jaime Sebastián de Erice; se trata de que la mayoría de las viejas
plazas de toros, entre ellas la nuestra, tienen unos aforos que no se
corresponden con la realidad actual, pero no porque en su época se aforaran mal
las plazas sino porque los españoles, de un siglo para acá, hemos crecido doce
centímetros, según cálculos hechos por la propia Unión ante los frecuentes
casos que vienen sucediendo en cosos taurinos que cuentan más de cien años,
como la plaza de Cáceres, que es de 1846.
Un aforo inflado
El aforo de nuestra plaza, que está en las 7.500 personas, no es en
absoluto real. Aunque los cacereños del 1846 al ser más pequeñitos, cabían
perfectamente en ella y lograban completar las 7.500 personas de que habla el
aforo, ya que al ser más escurridos y tener menos piernas ocupaban perfectamente
las gradas sin tener, como ahora, que poner las rodillas en la mitad de las
gradas del de abajo.
El cuento del inglés
A cuenta de esta elevación de talla de toda la humanidad, puedo contar
una experiencia vivida por un militar cacereño que fue invitado a Inglaterra
para participar en un determinado regimiento inglés, en lo que ellos llaman el
“Arroyo Day”, conmemoración de una
batalla de la Guerra de la Independencia española en la que dicho regimiento
participó, logrando apresar a una compañía francesa cuyos uniformes conservan y
se visten para un desfile.
Pues bien, esos uniformes que se vestían los ingleses del pasado siglo
sin ningún problema, se los tienen que vestir ahora niños ingleses porque no
les están bien de talla a las personas mayores y no porque hayan encogido los
uniformes, sino porque han crecido los hombres actuales en relación con los de
entonces.
Diario HOY, 30 de junio de 1987
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