Ante los casi trescientos intelectuales que participaban en los
coloquios internacionales sobre religiones prehistóricas, el alcalde, Juan
Iglesias, proclamó un deseo de la ciudad que señaló como el “viejo sueño de Cáceres, cual es el ser una
ciudad cultural abierta a todos, una ciudad de congresos para los científicos
que deseen venir a ella.”
En la euforia del ofrecimiento ocurrió un hecho muy simpático que
vamos a narrar. Estos intelectuales, que viven en su mundo, tienen fama de
despistados y por ello, en alguna ocasión de descarados, descaro que, a mi
juicio, no es más que expresar en voz alta lo que se les viene a las mientes. Y
esto es lo que sucedió en el salón de actos del Ayuntamiento durante el
discurso de bienvenida del alcalde a estos congresistas, a los que, más o
menos, decía: “Os agradecemos vuestra
presencia y os decimos que esta quiere ser una ciudad sin llaves y sin puertas,
aunque tenga una vieja muralla, que esta abierta a todos. Pero sabedlo: es una
ciudad sin llaves…” En ese breve silencio se oyó una voz de uno de estos
intelectuales que decía; “¿Y no podría
ser también una ciudad sin coches?” El alcalde, sin inmutarse, contestó; “Eso querríamos, pero no hemos encontrado la
solución.”
Aparte de la simpática salida del intelectual y del alcalde, que produjo
las lógicas risas, hemos de decir que, en efecto, Cáceres tiene de antiguo esa
aspiración de llegar a ser una ciudad de congresos y ya ha habido algunos, pero
existe el inconveniente de la falta de alojamientos que tuvo que dar al traste
con ese incipiente deseo, al tener que alojar a congresistas en entornos nada
próximos como Trujillo, Arroyo de la Luz y otras localidades provinciales. Por
ello, tampoco el alcalde ha encontrado aún la solución para ese deseo, aunque,
todo hay que decirlo, le ha echado una buena mano Juan Carlos Rodríguez Ibarra,
con la hospedería en construcción.
Diario HOY, 10 de mayo de 1987
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