Como no hay bien ni mal que cien años dure, y por aquello de que todo
llega y todo pasa, esta noche conoceremos de una forma más lógica lo que tenían
de verdad o de mentira los sondeos de opinión que a mí, particularmente, me han
parecido siempre como el cuento de la lechera, o más bien como las cábalas que
las familias hacen cuando echan la imaginación a volar, tras de comprar un billete de lotería,
o de rellenar una primitiva. “Si me tocan
los millones vamos a hacer esto o lo otro” —dice el padre o la madre de
familia en el seno familiar, un poco para quitarse el miedo a la pobreza— y esto,
más o menos, es lo que hacen con esos
sondeos anticipados los partidos, para quitarse el miedo a no salir o a salir
con menos votos de los que se imaginaban. ¡Qué de ilusiones rotas va a haber
esta noche, tras de los escrutinios provisionales! Porque lo humano es creerse
un ganador (o tener ese hilillo de esperanza) hasta que las urnas, fríamente,
vomitan sus papeletas que, como aquel que dice, suelen ser habas contadas y no
dan más de sí para la ilusión o la ingenuidad de muchos.
Recuerdo que en Cáceres, no hace tanto, vivimos la ilusión de los que
“ficharon” por la operación Roca.
Estuvimos con ellos hasta el último momento, en los que se creían millonarios
de votos; manejaron estadísticas que decían que ellos tenían que conseguir
algo, acorde con la ilusión puesta en su campaña, y ¡zas!, las frías urnas, o
el frío pueblo les echó el jarro de agua fría.
Querido aspirante de cualquier partido, ponte en lo peor y espera con
confianza y resignación, porque rocas más fuertes han caído por un quítame de
allá ese voto.
Diario HOY, 10 de junio de 1987
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