Miren ustedes lo que son las cosas, no solemos aquí hablar de
televisión, porque esos espacios tienen su lugar habitual en el periódico, pero
sí podemos y debemos hablar de la repercusión de algún programa de la misma,
que acaba indignando al sufrido y acalorado televidente (digo lo de acalorado
por la temperatura veraniega), que no tiene más entretenimientos en estas
noches caniculares que, ponerse cómodo, tomar agua fresca de la nevera, o del “piporro”, o de ambas cosas, porque hay
quien encierra el botijo en la nevera, y ver algún programa de televisión,
sobre algo conocido de su época, con los que se lo pasó muy bien y lo recuerda
gratamente.
Esto suele pasar con algunas películas cuyos títulos vienen a ser
recuerdos de la juventud de muchos de nuestros conciudadanos y esto mismo
sucedió el último lunes, en el espacio “Cine
Club”, con la conocidísima y antigua película titulada “Ella, él y Asta”, que trata de unas
deliciosas aventuras entre Myrna Loy, Willian Powell y el pequeño fox terrier,
llamado “Asta” que en versión
castellana, muchos de los que peinamos canas vimos una y otra vez, pasándolo en
grande en nuestra juventud.
Como en el anuncio no se dice nada de que la versión que dan (quizás
por ahorrar, aunque disimulen diciendo que es para los cinéfilos) es en versión
inglesa subtitulada, uno comienza a “fardar”
con la familia y a decir: “no dejéis de
verla, es una delicia y se pasa en grande”. Esta ilusión dura hasta que los
primeros fotogramas nos comienza a sonar a chino y no nos da tiempo de leer el
diálogo subtitulado de la versión inglesa. Ni que decir tiene que la familia se
le queda a uno mirando, con esas miradas que dicen más que mil palabras, y uno
desearía que se lo tragara la tierra. Pero es lo que yo digo, que en vez de
anunciar “Ella, él y Asta”, anuncien
“After the thin man”, verá usted como
todos apagan el televisor.
Diario HOY, 19 de agosto de 1987
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