Ahora que está tan reciente el Día de las Fuerzas Armadas, en el que
dicho sea de paso ha habido menos participación de la que debiera haber habido,
porque la joven democracia aún no ha pasado el “sarampión” de prevención con lo militar, cuando lo militar no es
sólo necesario, sino el verdadero sostén de la democracia, tenemos que aplaudir
la petición realizada por el CIR al Ayuntamiento de Cáceres de establecer un
convenio para “dar a conocer a los
reclutas nuestra ciudad y región”.
Creemos que no es el primer convenio de este tipo que el campamento
militar firma con el Ayuntamiento y pensamos que no deberá ser el último. Hay
algo que sale de estos convenios y es que los chicos que, por la razón que sea,
han tenido que venir a Cáceres a pasar ese tiempo obligado de la instrucción
militar, tengan un mayor conocimiento de la ciudad a la que esas circunstancias
lo han traído y de la región en la que se encuentran.
Hay algo normal y es que, de momento, cuando a uno le obligan a ir a un sitio a vivir la vida
militar, la rotura que produce con el entorno habitual es “hacer la mili”, predisponen contra el lugar a donde a uno le llevan.
Pero también esto es pasajero, porque luego, a lo largo de la vida, termina
recordándose esa ciudad y su entorno con cariño, porque se han olvidado las
incomodidades de las guardias y los trabajos militares. Nos consta que muchos
de esos chicos que vinieron a Cáceres a hacer la mili, en contra de su
voluntad, terminaron amando y admirando a nuestra ciudad y fueron los más encendidos
propagandistas de ella a la larga. En alguna ocasión hemos sido testigos de
algo realmente reconfortante, una familia que venía a ver Cáceres, porque el
padre había estado aquí en “la mili”
y deseaba que los hijos vieran las maravillas artísticas de esta ciudad de las
que él se creía un descubridor.
Diario HOY, 17 de junio de 1987
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