Las generalizaciones siempre son odiosas, peligrosas y hasta
demagógicas y nuestra pobreza no radica tanto en lo material como en lo
imaginativo. Tenemos falta de imaginación para afrontar nuestros propios
problemas y aún falta de formación para ver que lo que es aplicable en otros
sitios, no lo es en nuestro propio terreno, al menos todas las veces. No hace
mucho leía un escrito del profesor don Antonio Floriano, muerto ya, en el que
daba una serie de explicaciones sobre el origen y el porqué de los latifundios
extremeños, o de muchos de ellos, que se crearon así por necesidad, desde la
época romana. No defendía el profesor Floriano de quién había de ser el latifundio,
sino el que hay tierras que no tiene otra forma de explotación que esa y que la
“dehesa” no es una forma caprichosa
surgida en Extremadura para atesorar riquezas y extensiones de terreno, sino
que hay tierras que, por pobres, no tienen otro sistema de explotación y
dejarían de ser riqueza para nadie, si se las parcelara. Llega a decir: “Sin ganas de hacer demagogia de ningún tipo,
la dehesa no tiene más explotación que la tradicional, porque díganme ustedes
qué se sacaría de parcelar los Riveros de Montoya”.
Esto lo desconocen muchos de nuestros “salvadores” actuales de dentro y fuera de la región y suponen que
la riqueza de muchas de nuestras tierras de secano, de la mayoría, es igual que
la de las mejores tierras de Andalucía, donde posiblemente la parcelación pueda
dar de comer a muchas familias, lo que no sucede en la mayoría de las tierras
del secarral de Cáceres, cuya única explotación tradicional tuvo que ser por extensión
porque no había otro modo de vivir de ellas, haciendo un todo en el que un poco
de ganado extensivo otro poco de siembra rotativa, algún huerto en el mejor
sitio, los pastos y poco más, podían proporcionar un “pasar” a varias familias, siempre que se explotara conjuntamente,
porque si se despiezaba parcelándolo, de cada parcela no podía vivir nadie. La
mayoría de nuestras dehesas de secano son como un coche que tiene un valor,
poco o mucho, mientras “rueda”
conjuntamente, pero que deja de tenerlo si a uno se le da el volante, a otro la
carrocería, a otro las ruedas, etc. No hay nada por inventar y ese invento de
la dehesa lo hicieron los romanos.
Diario HOY, 29 de marzo de 1987
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