Hay costumbres en nuestros pueblos que están trasnochadas y que por lo
peligrosas que pueden resultar ahora debemos desterrarlas, aunque cueste trabajo
hacerlo.
De ello hablábamos con el jefe provincial de Tráfico, que nos señalaba
el número de víctimas que cuesta esa costumbre tradicional de pasear por la
carretera. Hay infinidad de peatones que pierden la vida por seguir esta
tradición y porque la carretera ya no es lo que era.
Bien es verdad que los nuevos trazados de carretera, están por evitar
la entrada en las poblaciones, realizando una circunvalación de las mismas lo
que, de momento, evita estos accidentes o los aminora, porque la verdad es que
una vez hecha esta circunvalación, la población —indefectiblemente— trata de
crecer alrededor de ellas y vuelve a envolver la carretera de ronda con lo que
a la larga el haber sacado la carretera de la población sirve sólo para unos
años.
Tenemos casos que podríamos citar como ejemplo: Navalmoral, donde hace
años se circunvaló el centro con nueva carretera, pero hacia ella han girado
industria y comercio que se han instalado ya en este nuevo tramo que en poco
tiempo volverá a quedar en el centro, y además, en la mayoría de los casos, los
vecinos gustan de pasear por el nuevo tramo de carreteras, olvidando que se
hizo para evitarles peligros.
Yo recuerdo lo que en Cáceres capital costó el hacer ir por las aceras
a los peatones y muchos recordarán que, no hace tanto, el paseo se establecía
por medio de la calzada a su paso por Cánovas, estando el parque y los acerados
laterales con muy poca gente. Es más, lo verdaderamente popular, era pasear por
el tramo de la carretera, aunque —dicho sea de paso— había entonces tan poca
circulación que a los pocos automóviles que pasaban, se los sorteaba buenamente
y hasta se los insultaba por venir a molestar, cuando en realidad el peatón era
el que había invadido la parte destinada al vehículo. Se daba el caso, y muchos
de entonces lo recordarán, que a los tramos del paseo y a las aceras, se
llamaba el “acerado de los cursis”,
porque sólo una minoría los utilizaba y hasta era de mal tono el no ir por el
centro.
Esto costó Dios y ayuda el desterrarlo y al fin se logró a base de
tener a guardias dedicados a prohibir la práctica tradicional, como costó lo
suyo el hacer a los cacereños ir por las aceras y no por el centro de las
calles.
Pues bien, esta misma tradición se viene manteniendo en nuestros
pueblos, aunque reconozcamos que en muchos de ellos no hay otro sitio cómodo
para pasear. Pero la tradición está costando muchas vidas y, con más frecuencia
de la que parece, salta a las páginas de sucesos el caso de peatones
atropellados en las travesías de nuestros pueblos que también se ven más
cargados de tráfico que lo estuvieron antes.
Por todo ello es oportuno dejar la vieja tradición y evolucionar,
también en las costumbres, con lo que es más práctico para cada momento. En
fin, en cada lugar son las autoridades las que tienen que tomar la iniciativa
aunque se vaya a “contrapelo” de lo
que siempre se hizo… el salvar alguna vida, bien que lo merece.
Diario HOY, 25 de agosto de 1983
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