Un solo día de salida de la media veda y hay que ver lo que ha dado en
tema de conversación a los cazadores que siguen contando sus aventuras, o
desventuras, en ese primer día de tórtolas.
La caza ha variado en pocos años esencialmente, como ha variado la
vida, y los métodos actuales son totalmente nuevos y aún desconocidos para los
que no están metidos en ese mundillo cinegético
Hoy la caza es un negocio para muchos, con sociedades que explotan la
afición y con dueños de cotos que aprovechan el que en los suyos haya algún “paso” para convertirlo en negocio.
Yo puedo decirles que en alguna finca se ha cobrado el puesto, por un
solo día, a dos mil pesetas y en algún caso ha habido tórtolas para divertirse
y en otros aún después de cobrarlas —el dinero— y aun habiendo estado
echándoles de comer durante los días anteriores, se han tirado muy pocos tiros,
pero como ahora el cazador es más pudiente, no ha habido protestas
Hay que decir que muchas son las circunstancias que inciden en la
escasez de especies cinegéticas pero entre ellas posiblemente la que más ha
influido es la motorización del cazador que le permite desplazarse a cualquier
punto, donde antes era difícil llegar y solo llegaban cuatro privilegiados o
cuatro aficionados que no regateaban el sacrificio. Hoy, escopetas y coche
tiene cualquiera, y la afición es el añadido.
Relacionado con esto, diremos que hay una historia anterior de los
modos de cazar que no está del todo contada y que yo llegué a conocer.
No hace tanto de esto, pero aquí los cazadores que tenían coche se
contaban con los dedos de la mano y como la mayoría no lo tenía, el salir a
cazar, por ejemplo tórtolas, implicaba el sacrificio de salir andando o en
bicicleta el día antes, para dormir en los puestos y estar al amanecer en
ellos.
Recuerdo que algunos arrendaba algún borriquillo para llevar los
enseres, quince pesetas costaba el tener el borriquillo por todo el día, y
había algunos de estos burros de cazadores que sabían latín. Por la calle
Nidos, vivía el arrendador de uno de estos burros que, al ajustarlo, te
advertía que lo ataras bien, porque el burro deshacía los nudos con la boca e
indefectiblemente volvía solito y sin la carga a su cuadra, quedándote con tres
cuartas de narices y con la albarda y la carga para que la trajeras tú. Más de
un cazador de aquel entonces ha corrido tras del burro echando truenos.
En fin, eran otras vivencias y otro modo de cazar que entrañaba más
sacrificios, aparte de que la tórtola la tiraba poca gente, por lo cara que
resultaba esta afición, con lo que hemos de decir que, por lógica, había
mejores “pasos” y más cercanos a la
ciudad.
Diario HOY, 24 de agosto de 1983
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