En el solar donde hoy está el cine Capitol, de muy antiguo existió un
viejo y vetusto edificio en piedra, con escudos y lapidas pertenecientes a una
antigua familia cacereña, Los Robles,
que se deshizo para hacer dicho cine, recogiéndose algunas de sus lápidas en el
Museo provincial de “Las Veletas”.
Entre ellas figura una que bajo el escudo de los Robles, tiene los
siguientes versos:
“El señor don Juan de Robles
con caridad sin igual,
hizo este santo hospital.”
agregando alguien, con carbón, y para completarla:
“… y también hizo los pobres”.
Esta cuarteta que se ha hecho famosa, y que ustedes habrán oído en
alguna ocasión, partió precisamente de ese viejo hospital y de ese personaje
llamado don Juan de Robles, cuyos antepasados, allá por 1351, lo fundaron,
llamándose el edificio: “Hospital de
Sancti Spíritus”, nombre que aún conserva la calle en que está enclavado el
cine, por igual razón.
Ni que decir tiene que la reticencia, del completador del verso, se
basaba en que, al parecer, don Juan de Robles, y toda su parentela eran unos
ricos hacendados que no habían reparado en quedar pobres a los demás para
amasar tan inmensa fortuna y que, más tarde, un poco en descargo de su
conciencia, habían dedicado parte de este capital a esa obra benéfica para
asilo de pobres menesterosos y enfermos. Es, si se quiere, una forma de hacer
penitencia para después ganar el cielo, que estaba muy en uso en aquellos
tiempos… y yo llego a pensar que también en los nuestros.
Digo esto porque cada vez que veo a nuestras grandes potencias
actuales —Norteamérica y Rusia principalmente— asistiendo a conferencias para
la paz y el desarme, al par que, por otro lado, tienen montadas grandes fábricas
de armas de todo tipo que venden al mundo entero, en un indudable negocio de
estado en el que interesa sobre todo que haya “clientes” para esas armas que fabrican y que sigan existiendo
guerras, que consuman estos productos, con los que se enriquecen, no dejo de
pensar en nuestro don Juan de Robles y la cuarteta aludida,
Todo ello salvando las diferencias de tiempo, lugar y ocasión, porque
comparado nuestro don Juan de Robles, con esas potencias, no deja de ser un
bendito de Dios.
Diario HOY, 4 de junio de 1983
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