Hay temas que nuestros escritores locales, los que en los últimos 50
años se han ocupado de la historia local, no han tratado o han pasado sobre
ellos de forma superficial sin profundizar, intencionadamente, quizás por
entender que podrían ser escabrosos o conflictivos.
No quiere decir esto que nuestra pasada historia próxima haya sido,
más bien, triunfalista, pero sí hay algo de esto.
Esto podemos apreciarlo en algunos de estos investigadores locales que
no trataban más que de las familias nobles, dándonos los más mínimos detalles
de sus vidas, lo que en algunos casos da la sensación de que en nuestra ciudad
no había pueblo llano, digno de llevarse a la historia escrita.
No quiero citar nombres de estos investigadores, que sin duda fueron
importantes en la parcela que se trazaron, pero sí decir que si la nobleza tuvo
un peso específico en la historia de Cáceres, también lo tuvieron los
individuos del pueblo, los artesanos y los trabajadores en general, en muchos
casos, dignos de llevarse al papel.
Pienso que excepto investigadores como Publio Hurtado y Tomás Pulido
que sí trataron en sus escritos del pueblo llano, el resto lo ignoró casi
totalmente. Al decir esto pienso en el libro de Hurtado referido a las familias
cacereñas y al de Publio referido al protocolo de artesanos y artistas —altos y
bajos— que vivieron entre nosotros.
Parejo olvido, quizás más disculpable, han tenido los nombres de
algunas de nuestras calles en cuyo origen no se ha querido bucear, por una
mojigatería muy al uso entonces.
Entre ellas figura la “Calle
Damas”, calle medieval que estaba a la entrada de la población, extramuros
de ella, donde vivían las “damas de vida
alegre”, que las hubo entonces como las hay ahora, y que fueron el origen
de la designación aunque en la actualidad ésta sea “una calle honradísima” de cuya antigua vida alegre de sus
convecinas no queda más que el nombre,
Otra cosa parecida, y del mismo origen, podríamos decir de la llamada
“Casa de la Muñeca” de la localidad
cacereña de Garganta la Olla, donde se instaló por autorización del Emperador
Carlo V, cuando estaba en Yuste, una casa de este tipo para uso,
principalmente, de sus soldados de escolta. Creemos que son curiosidades que no
deben escamotearse a la historia.
Diario HOY, 11 de octubre de 1983
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