En estos primeros días de caza, me he puesto muchas veces a meditar
qué pensarán los conejos y las perdices y otras especies cuando, de nuevas a primeras y sin mediar palabras, los hombres
comiencen a tirotearlas, como si se hubiera desatado la guerra para ellas, Lo
menos que deben pensar es que a los hombres les ha entrado una especie de
locura colectiva y que las odian a todas, porque comprenderlo nunca, ya que el
deseo de la caza roza el atavismo humano, quizás recordando los primeros
momentos de la Humanidad, cuando había de vivirse de la caza.
Lo curioso del caso es que, el cazador clásico —de los que he conocido
muchos— no odia la caza, sino todo lo contrario y hasta imagina cuentos y
dichos en los que estas especies intervienen, como en ese trabalenguas
cinegético que reza: “La perdiz dijo al
conejo, ¿qué haces ahí buen viejo?... ¿Qué haces, perdiz?, dijo el conejo.”
Es más, hasta estos viejos cazadores, hablaban o cantaban a las piezas
de caza. Recuerdo, como si fuera ahora, a “Tío
Toro”, cazador empedernido y padre de una “saga” —como se dice ahora— de buenos cazadores, que montado en su
borriquillo, al dirigirse al cazadero cantando la siguiente copla:
“Salir, conejos, salir,
salir de los abujeros
que ya se ha muerto el Tío Toro,
el que apichaba los perros.”
No había odio en esos cazadores, sino más bien admiración por las
piezas de caza, aunque se jugara con ellas el juego de la muerte, Más de una
vez oí a alguno de aquellos viejos veteranos hablar admirativamente de un conejo,
o una perdiz, que no habían sido capaces de matar diciendo: “Bien me la jugó el tuno, yo creí que iba a
salir por una mata y salió por otra… bien se merece el haberse ido.”
Porque el cazar no es ser sanguinario que desea arrebatarlo y abatirlo
todo, sino más bien jugar al juego del ingenio con la pieza. Más de una vez he
visto un ave acosada de halcones refugiarse entre los cazadores y éstos, lejos
de cobrarla, ahuyentar al halcón y ponerla en libertad, cosa que no entendería
alguien que no fuera verdadero cazador.
Lo peor de ahora es que hay más carniceros que cazadores y aunque
ambos tengan escopetas, no son lo mismo.
Diario HOY, 9 de octubre de 1983
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