(Incluida en el libro
“Ventanas a la Ciudad”)
Hay cosas en las que hemos ido hacia atrás, como los cangrejos. No hay
que recordar sólo las que requerían un caro montaje, como podrían ser aquellos
“Festivales Folklóricos Hispanoamericanos”,
que han salido más de una vez a relucir, o como aquellos concursos de cine
amateur que llegaron a alcanzar un alto nivel y una participación nacional y en
los que “amateuristas” cacereños se
formaron hasta el punto de alcanzar varios premios nacionales, entre los que
podríamos citar los alcanzados por Manuel Pérez Salas, Arribas y otros aficionados más, que llegaron
a manejar la técnica cinematográfica magníficamente.
En este cajón de sastre, podríamos incluir la labor de los distintos
cine-clubs que ha habido y hay en
Cáceres, con sus montajes de explicación y coloquios alrededor de los filmes
presentados, labor que ha venido distanciándose con el tiempo y casi
olvidándose.
Pero no es este el tema, porque hay otra serie de cosas que aquí hubo
de las que las generaciones actuales no tienen noticias y que se montaron con
muy poco dinero.
Entre ellas podemos citar las bibliotecas infantiles y públicas que
hubo en los entonces recién inaugurados parques infantiles de “Calvo Sotelo” y del “Perejil” o Delicias como se llama ahora.
En esos parques, al aire libre y montados sobre unas columnas, había unas
librerías, cerradas mediante cristal, que contenían cuentos y revistas
infantiles que utilizaban, mediante petición al jardinero, las personas que
frecuentaban el jardín, principalmente los niños. Es curioso el saber que
aquello funcionó perfectamente, hasta la Guerra Civil en que tanto libros como
librería desaparecieron totalmente. Yo no sé si entonces el civismo cacereño
era mayor que el de ahora, lo que sí digo es que los cacereños de entonces
supieron respetar todo aquello hasta que la guerra, que destrozó tantas cosas,
barrió también con ello.
Diario HOY, 22 de octubre de 1983
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