Una cosa que se ha estudiado
poco es el impacto que para la zona de la Vera tuvo la estancia en ella del
emperador Carlos V y su numeroso séquito.
Ya hablamos, días atrás, de la creación en Garganta la Olla de una
casa “de mujeres entretenidas”,
creada oficialmente para la escolta del emperador, y un poco al estilo de las “barraganas” que acompañaban a los célebres
Tercios españoles.
Otras muchas influencias , en los dos sentidos, debieron darse entre
el séquito alemán que acompañó al rey en su retiro y los propios lugareños de
la Vera. Esto como decimos, está poco estudiado, pero hay algunos “botones de muestra” para espigar sobre
el impacto que la Vera, sus productos y sus gentes produjeron en el séquito
teutón de Carlos V, cuando llegó, en noviembre de 1556, a Jarandilla. El
emperador y el séquito se alojaron allí concretamente en el Palacio de los
Condes de Oropesa, que hoy es Parador Nacional de Turismo y de aquel entonces
se cuenta la siguiente anécdota que recoge un autor de la época.
Preguntado uno de aquellos soldados alemanes sobre cuál de las tierras
en las que había estado le parecía la mejor, respondió:
“La mejor del mundo es España; lo mejor de España es la provincia de
la Vera. Lo mejor de la Vera es Jarandilla, y lo mejor de Jarandilla es la
bodega de Pedro Azedo de la Berrueza, donde quisiera que me enterraran para
irme al cielo, porque tiene el mejor vino de la tierra.”
Ni que decir tiene que el aludido Pedro Azado agradeció el piropo del
gran degustador de los ricos caldos veratos y le dejó elegir dos tinajas de los
mejores vinos que tenía su bodega con el compromiso de que una de ellas fuera
para el emperador y otra para él, al que le dijo, además: “Puesto que mi bodega es la mejor del mundo y su señoría ya conoce el
camino, véngase a ella siempre que le apetezca ya que sus puertas están abiertas
a los buenos conocedores.”
Sirva esta anécdota no sólo para el encomio de los vinos y los
productos veratos, sino más bien para destacar la proverbial hospitalidad de
sus gentes que fueron, entonces y ahora, un título que supieron reconocer desde
el emperador Carlos V y su séquito, hasta los viajeros actuales que ahora la
visitan.
Diario HOY, 23 de octubre de 1983
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