Yo no sé si todo el “celuloide
rancio” que nos está sirviendo Televisión Española en la actualidad tiene
algo que ver con los modos y modas socialistas que impone nuestra actual
administración.
No debe gastarse mucho nuestra Televisión en todos esos filmes que la mayoría
de ellos están hechos entre los años 31 al 36 y que al ser copias de copias, y
ser ya malos en origen, nos emborronan la pantalla pequeña casi todas las
noches. Yo no sé si esto se hace para que se vea lo que se ha avanzado en cine,
porque esa “Hermana San Sulpicio”, “La nobleza baturra” y otras lindezas de
Imperio Argentina, Miguel Ligero y otras viejas glorias están hechas una pena y
no digamos nada de la ancianidad de otros filmes extranjeros de la misma
quinta, como podría ser “El sueño de una
noche de verano”, que se remonta al año 35, y otras lindezas por el estilo.
No parece sino que alguien de los que programa estos bodrios, se le
paró el reloj fílmico en los años anteriores de la guerra civil, y quiere
darnos aquellos ciclos completos en los que no faltarán las películas de
Angelillo como aquellas de “El negro que
tenía el alma blanca”, “El niño de
las monjas”, etc., etc.
Hay quien piensa, y no sin razón, que ello se hace para complacer a los
que permanecieron cuarenta años fuera de España, sustentando su imaginación con
las últimas películas y canciones que se hicieron antes de marcharse, cantando
aquello de: “Mi jaca, galopa y corta el
viento…”, o “Soy un pobre
presidiario…”, o “Cuando vuelvas de
la siega…”, etc., etc.
Si ello se hace como remembranza de los tiempos idos, con una o dos
películas de este tipo hubiera habido bastante, porque da la casualidad que
fuera o dentro de España el tiempo siguió corriendo y hay que complacer a
todos, a los que se fueron a los que se quedaron, porque está bien complacer a
los de la quinta de Dolores Ibarruri, “La
Pasionaria”, que posiblemente no pudo ver estas películas durante sus años
de exilio en Rusia, pero hay otros también de izquierda, más jóvenes, que se
quedaron hasta en el Frente de Juventudes, cuya imaginación y recuerdos también
hay que alimentar, con otras cosas de menor ancianidad.
No hacerlo así es dar un salto en el vacío, olvidando otra parte
importante de lo que pudiéramos llamar conciliación de las dos Españas.
Algún cacereño nos suscitaba este tema, parando más mientes en el “celuloide rancio” que en otros programas
que también suelen tener el mismo signo, para llegar a afirmarnos que los
socialistas, ahora en el poder, no llegarán a modos democráticos reales, hasta
que puedan ver, por ejemplo: “Franco, ese
hombre” en la pequeña pantalla, sin accidentarse y sin que se les corte la
digestión de la cena.
Cuando esto suceda, habremos alcanzado una madurez que ahora, triste
es confesarlo, nos viene faltando.
Diario HOY, 22 de junio de 1983
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