Cuando ustedes vean en sus casas, a través de televisión —si lo ven—
el serial “Santa Teresa”, que
sospecho se llamará algo así como “Castillo
interior”, que es el nombre que lleva la “claqueta” con la que filman, verán pasar por las calles de Sevilla
—que serán las calles del Cáceres monumental— una procesión del Corpus cuyo
paso por la pantalla durará escasamente unos segundos y, si acaso, uno o dos
minutos. Pues bien, para filmar esa escena de unos minutos escasos, ayer
estuvieron: los actores, los cuadros directivos y unos 200 figurantes, que
alcanzarán entre unos y otros más de trescientas personas, recorriendo una y
otra vez la calla Ancha —que es la que figura ser Sevilla— desde las siete de la
mañana hasta pasadas las tres de la tarde, porque a esa hora, el que esto
escribe, dejó de presenciar la filmación —que no acababa de salir— y todavía,
como suele decirse, estaba “la pelota en
el tejado”.
Cuando vemos tranquilamente una película no solemos pensar en el
ímprobo, cansado y monótono trabajo de los que la filman, no pensamos nunca que
una pequeña escena de unos escasos segundos ha supuesto, a lo mejor, el trabajo
de todo un día, la reiteración de la escena, la repetición de la misma una y
otra vez, la desesperación de la dirección y los técnicos y un cúmulo de
inconvenientes de gentes que se han machacado, total para conseguir sólo unos
segundos de película, que unidos a otros —conseguidos de la misma manera—
formarán el todo de ella, que a los que no vieron la filmación les parecerá la
cosa más natural del mundo.
Digo esto, porque presenciando unas tomas de este tipo, uno se da
cuenta de lo ingrato que es el trabajo de “peliculero”
—dicho sea sin ánimo de ofender— y lo bonito que parece desde fuera.
Pasa esto en muchas profesiones que parecen bellas desde fuera, pero
que tienen su calvario desde dentro.
Esa pequeña escena comenzó a rodarse desde las primeras horas de la
mañana y aparte del maquillaje y la explicación a actores y figurantes, que
llevó su tiempo, comenzaron los inconvenientes. Unas cuantas veces se hizo el
recorrido de la calle, como ensayo, y cuando se estimó que todo el mundo sabía
lo que tenía que hacer, comenzaron a intentar el rodaje.
Se daban las órdenes oportunas, se pedía silencio y comenzaba todo,
pero unas veces porque el “cohetero”,
el chico que tiraba los cohetes, le temblaban las manos, había que cortar y
repetir de nuevo; otras veces fueron los frailes figurantes, que se equivocaron
de lugar; otra más, porque la jirafa de la cámara no subía lo suficiente; otra porque a medio rodaje se
había terminado la película; otra porque la custodia, con tanto ir y venir
calle abajo y calle arriba, se había descompuesto, o porque el quitasol del
señor obispo —el de la película— tenía una varilla suelta: o porque se habían
terminado los pétalos de flores que se arrojaban de los balcones… En fin, que
hubo procesión de ida y vuelta durante toda la mañana, para lograr que “la trampa y el cartón” de la película no
lo pareciera. Figurantes, actores y equipo trabajaron como chinos a pleno sol,
para dos segundos de película… “y luego
dicen que el pescado es caro”, parafraseando el dicho clásico.
Yo no sé cómo saldrá la película, pero tras lo visto, salga como
salga, yo estoy dispuesto a aplaudirla.
Diario HOY, 24 de junio de 1983
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.