A nuestra región se la ha tenido un poco dada de lado en el concierto
de la actualidad de cada momento y, si acaso, cuando ha convenido “echarnos un piropo”, como al perro que
se le echa un hueso para que se calle, se nos han citado a los “viriatos” que dio nuestra tierra, o a
los “conquistadores” que de aquí
salieron para dar un continente a España.
Esta ha sido una demagogia interesada, un poco para que olvidáramos
otras necesidades momentáneas y otras desatenciones. Nosotros nos poníamos tan
orgullosos con el piropo y aquí no había pasado nada.
Pues bien, la imagen de la heroicidad de lo extremeño es incompleta,
porque igual que nuestra tierra produjo grandes héroes, también produjo grandes
malvados, de los que no suele hablarse.
La verdad se monta sobre las luces y las sombras, y en este halagar
nuestra vanidad se dan sólo luces y se olvidan las sombras.
En lo nacional, Cervantes logró pintar el claroscuro de lo positivo y
lo negativo, en las dos figuras que son
Quijote y Sancho, porque lo ideal y lo heroico ha tenido siempre su
contrapartida. Por eso digo que aquí no se ha escrito el gran libro de
Extremadura, en el que figuran también los grandes malvados —que los dio
nuestra tierra— y fueron el contrapunto de sus héroes.
Hablamos por hablar, pero siguiendo el hilo de mi razonamiento,
recordaré que al lado de Viriato estuvieron los tres capitanes que lo vendieron
a Roma, asesinándole: Audaz, Ditalco y Minuro, que eran también extremeños y,
al par, el reverso de la medalla de la heroicidad, los traidores. Sin ellos, la
historia de nuestra gente es incompleta.
Extremadura quizás como todas las tierras, ha dado héroes grandes y
grandes malvados sin los que no podremos entender la psicología de nuestras
gentes.
Cierto que cuando estos malvados intentaron cobrar el precio de su
traición, Roma los timó cómodamente con la frase de: “Roma no paga traidores”, a la que habría que agregar: “… pero se aprovecha de ellos”.
Es la política de todo tiempo y es una constante universal, porque yo
creo que no se concebiría la enorme figura de Jesús si no tuviera el
contrapunto de Judas.
Diario HOY, 30 de junio de 1983
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