Tras de las vacaciones y el bullicio de las ferias, vuelvo a abrir de
nuevo la “ventana” para ustedes, y
creo que lo hago en un día solemne para nuestra ciudad y para Extremadura.
Ayer precisamente se abría el curso 1983-84 en nuestra Universidad de
Extremadura, con una serie de actos solemnes donde acudieron todos los estamentos
representativos de nuestra Región, ya que se conmemoraba el décimo aniversario
de la creación de nuestra Universidad. Ha pasado una década en la que,
partiendo de aquellos primeros colegios universitarios fundados por los
distritos de Salamanca y Sevilla, en los que estaba dividida nuestra región,
nacía, como deseo de unificación, esta Universidad extremeña que cumple ahora
diez años. Han sido diez años difíciles, pero pensaba yo en los actos, que con
ellos nuestra Universidad pasaba “el
sarampión” de crecimiento lógico de todo organismo nuevo, y se me antojaba
que en esa presidencia que compartían tres rectores había todo un simbolismo
que no puede pasarnos por alto.
A los más de veintitantos actos de investidura, como doctores, que se
celebraron ayer, yo agregaría uno más cual era el de la investidura como
doctora y “alma máter” a nuestra
Universidad de Extremadura, en una mayoría de edad que se cumple al cumplirse
esta década de su fundación y en un imaginado acto de que consistía
precisamente en que, nuestra Universidad, representada por el rector de ella,
recibía el espaldarazo de ese “doctorado”,
precisamente de sus dos universidades madres: la de Salamanca, representada por
el rector Amat Muñoz, y la de Sevilla, en la persona del rector Jiménez
Sánchez.
Cierto que, a diferencia de los otros doctorados, no hubo imposición
de muceta, ni palabras rimbombantes ni los abrazos protocolarios de estas ocasiones,
pero sí hubo un reconocimiento de esa mayoría, que a mi se me antoja como una
granada juventud y una magnífica promesa de futuro.
Si ustedes prefieren el símil taurino, para mí ayer nuestra universidad
recibió la “alternativa”, siendo
padrinos y testigos del acto las universidades de Salamanca y Sevilla, de las
que la nuestra tiene que ser heredera de todos esos siglos de docencia y
prestigio que tienen un marcado camino por el que la Universidad de Extremadura
ha de seguir.
Finalmente, decir sólo que por aquello “de ser agradecidos por ser bien nacidos”, nos pareció muy bien la
serie de honores y medallas que nuestra Universidad concedió a todos los que en
ese “placearse” supieron ayudarla.
Diario HOY, 4 de octubre de 1983
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