Insensiblemente y sin que nos demos mucha cuenta de ello, Cáceres se
nos ha convertido en una ciudad universitaria. No se trata ya de comentar los
acontecimientos protocolarios de una apertura de curso, sino de decir que la
fisonomía de la ciudad ha cambiado con esa gran masa de alumnos que cursan sus
estudios en las facultades y escuelas, y la de los profesores de las mismas
que, en avalancha, invaden nuestras calles, que son ya las suyas, nuestros
bares y la ciudad en general.
Cáceres ha cambiado su aire adusto por un aire juvenil que se nota más
en estos comienzos de curso, en los que parece que una nueva sangre o savia ha
entrado en las antiguas venas de nuestra ciudad para darle otro ritmo que puede
gustar o no gustar, pero que es como abrir una ventana al aire fresco de la juventud,
con todas las ventajas y con todos los inconvenientes que esa masa juvenil, con
problemas distintos, conlleva.
Yo, personalmente, estimo que esto es bueno para Cáceres, aunque hay
que reconocer que estos diez años de universidad han corrido más aprisa de lo
que podíamos esperar y hasta comienzan a configurar una imagen distinta del
Cáceres tradicional con la que habrá de contentarse de aquí en adelante.
Lo que yo pienso es que las estructuras ciudadanas no han evolucionado
al mismo ritmo de este cambio y se ha creado una serie de problemas nuevos a
los que debería prestarse mayor atención.
Entre ellos están los problemas de alojamiento del profesorado y del
alumnado, que han encarecido de tal modo los pisos, amueblados y sin amueblar,
que no hay forma de encontrar uno y, dicho sea de paso, hay arrendatarios que
vienen haciendo su agosto en este río revuelto.
Hay grupos de estudiantes que toman alguno en arriendo para vivir en
república, en comunidad y así solucionan el problema. Las pensiones
estudiantiles han comenzado a surgir pero todavía son escasas.
Problema parejo es el del profesorado al que el alojamiento, por esa
escasez, le resulta malo y caro, siendo esta una cuestión delicada porque, si
queremos tener profesorado bueno y estable, hay que pensar en darle facilidades
de alojamiento y estancia que, de algún modo, debemos hacerles grata.
Diario HOY, 7 de octubre de 1983
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