Por los años cincuenta, el entonces gobernador civil de Cáceres,
Antonio Rueda y Sánchez Malo, organizó unas “Jornadas literarias” a las que invitó a la élite de escritores,
poetas, periodistas y artistas de aquel entonces, entre los que recordamos a
César González Ruano, Zunzunegui, Hoyos y Vinet y otros muchos de la escena
nacional que, con los escritores locales, recorrieron la provincia de cabo a
rabo sin escatimar gastos. Era un deseo de promoción de Cáceres, que no acabó
dando los resultados apetecidos, pero que sirvió para que la “gente que escribía” conociera
directamente nuestra provincia.
Para darles una idea de la superabundancia de los participantes, les
diremos que se hizo un soneto al Puente de Alcántara, en el que cada verso lo
realizó un poeta de fama; con lo que queremos decir que sólo poetas
participaban más de catorce.
De aquellas “Jornadas literarias”
que tuvieron un rico anecdotario se ha contado muy poco.
Por ello voy a contarles una anécdota ocurrida en ellas, de las que
fue protagonista la que entonces era una crítica de arte de primera fila y
fama, que ustedes recordarán, y que se llamaba María Caturla.
Lo cuento por aquello de que “el
mejor escribano echa un borrón” y no por oscurecer la memoria y los
conocimientos, sobre todo en el arte pictórico, de referida señora.
El grupo, con el que me encontraba, visitaba Arroyo de la Luz, para
ver las famosas “tablas” de Luis de
Morales, “El Divino”.
Había curiosidad en ello, ya que se habían visitado también los “zurbaranes” de Guadalupe y las bellezas
que atesora el monasterio.
El grupo estaba sentado en la iglesia, mal iluminada, porque el
interruptor de las luces está en la sacristía, y se esperaba al sacristán que
tenía la llave de ese recinto.
Estábamos sentados ante las “tablas”
de Morales, aunque nadie había hablado de ellas y el sacristán se retrasaba.
María Caturla miraba las “tablas”
desde su asiento y, ya impaciente, hizo el siguiente comentario: “A ver si viene ese sacristán y acabamos de
una vez de ver las famosas “tablas”, porque supongo que no serán estas birrias
que están ante nosotros.”
El conde de Canilleros, que también estaba presente, con cierta sorna,
le respondió: “María, esperamos al
sacristán para que ilumine la iglesia, porque las famosas “tablas” son eso a lo
que tú llamas birria, que tienes delante de los ojos.”
Ni que decir tiene que la dama se quedó cortada y no sabía cómo
justificar su error, en medio de la rechifla del grupo, que la tomaron el pelo
de lo lindo.
Al parecer ella había creído que, como en Guadalupe, las “tablas” estarían en la sacristía y por
eso estábamos esperando.
Como puede verse, en cuanto a crítica de arte, “el mejor escribano echa un borrón” ya que la Caturla presumía de
ser una de las mejores críticas de pintura del momento.
Diario HOY, 7 de agosto de 1983
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