La cultura y las gentes de Extremadura se hicieron de aluvión. Hablar
de nuestra antigua ascendencia lusitana y celta es más bien un recuerdo histórico
y un buen deseo que una realidad, porque como nuestra región fue siempre
territorio de guerras, de los lusitanos, celtas o primitivos iberos que la
poblaron, no debieron quedar ni los rabos. Precisamente el nombre de Extremadura
tiene un significado de lugar extremo del reino de León donde en casi ocho
siglos hubo guerras continuas, con la lógica desaparición de los primitivos
habitantes y la repoblación de otros nuevos.
Ello no quita para que los actuales extremeños presumamos de
descendientes de Viriato porque el espíritu y la autosugestión de la historia
pasada juegan en ello un papel importante, pero nuestras gentes actuales
descienden de otras que, muy posteriormente, vinieron a habitar lo que una y
otra vez quedó deshabitado y despoblado por las guerras.
Tomando las cosas así, estrictamente, tampoco podríamos decir que
descendemos de los conquistadores, porque en su mayoría se marcharon a América
y no regresaron, siendo sus verdaderos descendientes los que hoy día habitan
esos países americanos. Nosotros, si acaso, somos descendientes de los hermanos
de los conquistadores que se quedaron aquí, sin ir a América.
Este argumento solía emplearlo yo, cuando en algún viaje a América,
los naturales de aquellos países hablaban mal de los conquistadores, convenciéndoles
que de quien hablaban mal era de sus antepasados y no de los míos, porque los míos
se quedaron en España.
Pero no es este el caso, sino el de que nuestras gentes actuales
descienden de ese aluvión que bajó a poblar Extremadura durante la Reconquista.
Un ejemplo de lo que digo puede ser la familia Ulloa, con casas
solariegas en Cáceres y en toda la región extremeña y con personajes que fueron
en la historia pasada extremeña sal y sustancia de ella.
Los Ulloa eran gallegos de origen y su verdadero apellido lo formaron
aquí en recuerdo de la tierra de la que descendían, las inmediaciones del río
Ulla, unos de Villamayor en Lugo, otros de la propia aldea Ulla y todos
lugareños de las inmediaciones de este río, que adoptaron el apellido Ulloa,
como recuerdo de descender de gentes criadas en esas riveras. Tampoco en origen
tenían iguales apellidos, porque unos se llamaron Pérez y otros Fernández,
cambiando aquí ese nombre por Ulloa, como recuerdo de la tierra común.
Caso parecido fue el de la familia Blázquez, de origen leonés, que aquí
tomaron el apellido de Mayoralgo y que todavía viven entre nosotros.
En definitiva, hoy que hemos echado el día a la historia, tenemos que
afirmar que nuestras gentes son de aluvión y posiblemente todas o casi todas
las familias que hoy somos extremeños —quizás de varias generaciones—
procedemos de diversos puntos de España. Quede ello como curiosidad para
nuestra pequeña historia.
Diario HOY, 26 de junio de 1983
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