miércoles, 4 de octubre de 2017

El origen de nuestra gente


La cultura y las gentes de Extremadura se hicieron de aluvión. Hablar de nuestra antigua ascendencia lusitana y celta es más bien un recuerdo histórico y un buen deseo que una realidad, porque como nuestra región fue siempre territorio de guerras, de los lusitanos, celtas o primitivos iberos que la poblaron, no debieron quedar ni los rabos. Precisamente el nombre de Extremadura tiene un significado de lugar extremo del reino de León donde en casi ocho siglos hubo guerras continuas, con la lógica desaparición de los primitivos habitantes y la repoblación de otros nuevos.
Ello no quita para que los actuales extremeños presumamos de descendientes de Viriato porque el espíritu y la autosugestión de la historia pasada juegan en ello un papel importante, pero nuestras gentes actuales descienden de otras que, muy posteriormente, vinieron a habitar lo que una y otra vez quedó deshabitado y despoblado por las guerras.
Tomando las cosas así, estrictamente, tampoco podríamos decir que descendemos de los conquistadores, porque en su mayoría se marcharon a América y no regresaron, siendo sus verdaderos descendientes los que hoy día habitan esos países americanos. Nosotros, si acaso, somos descendientes de los hermanos de los conquistadores que se quedaron aquí, sin ir a América.
Este argumento solía emplearlo yo, cuando en algún viaje a América, los naturales de aquellos países hablaban mal de los conquistadores, convenciéndoles que de quien hablaban mal era de sus antepasados y no de los míos, porque los míos se quedaron en España.
Pero no es este el caso, sino el de que nuestras gentes actuales descienden de ese aluvión que bajó a poblar Extremadura durante la Reconquista.
Un ejemplo de lo que digo puede ser la familia Ulloa, con casas solariegas en Cáceres y en toda la región extremeña y con personajes que fueron en la historia pasada extremeña sal y sustancia de ella.
Los Ulloa eran gallegos de origen y su verdadero apellido lo formaron aquí en recuerdo de la tierra de la que descendían, las inmediaciones del río Ulla, unos de Villamayor en Lugo, otros de la propia aldea Ulla y todos lugareños de las inmediaciones de este río, que adoptaron el apellido Ulloa, como recuerdo de descender de gentes criadas en esas riveras. Tampoco en origen tenían iguales apellidos, porque unos se llamaron Pérez y otros Fernández, cambiando aquí ese nombre por Ulloa, como recuerdo de la tierra común.
Caso parecido fue el de la familia Blázquez, de origen leonés, que aquí tomaron el apellido de Mayoralgo y que todavía viven entre nosotros.
En definitiva, hoy que hemos echado el día a la historia, tenemos que afirmar que nuestras gentes son de aluvión y posiblemente todas o casi todas las familias que hoy somos extremeños —quizás de varias generaciones— procedemos de diversos puntos de España. Quede ello como curiosidad para nuestra pequeña historia.
Diario HOY, 26 de junio de 1983

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