viernes, 6 de octubre de 2017

La bandera

Yo envidio a pueblos que, como el inglés o el norteamericano, usan su propia bandera hasta para llevarla de calzoncillos. Nadie puede extrañarse de esta afirmación, ya que habré visto a ingleses vistiendo traje de baño con sus colores nacionales o a yanquis vistiendo camisetas con sus barras y estrellas, aunque a algunos españoles esto les parezca una paletada supina.
No obstante, esta costumbre tiene su parte práctica, que es la familiarización de pueblos y razas de aluvión, como la propia Norteamérica, con un solo símbolo que los identifica a todos. Un indio o un negro norteamericano podrán tener sus polémicas raciales con la Administración yanqui, pero no discutirán nunca el símbolo común de todos, que es la bandera. Por encima de diferencias raciales, de credos, de cultura y hasta de posiciones políticas, la bandera nacional no se discute.
¿Por qué no pasa esto en España? A mi modo de ver aquí hemos seguido un camino contrario y sin querer —o queriendo, que esto no lo sé— hemos cometido el error de identificar la bandera nacional con una facción política.
Para muchos, la bandera nacional, quizás por el uso que de ella ha hecho la derecha, la hemos identificado con esa posición política conservadora.
Cabría preguntarse por qué ha ocurrido esto y, a mi juicio, ello parte del error de que la República —y lo digo por confesión hecha por un republicano— cambió la bandera bicolor por la tricolor, cuando en realidad esa bandera tricolor era la bandera del partido republicano, sin la pretensión de llegar a ser la nacional.
Un peligro similar se corrió con el Movimiento cuando se intentó sustituir la bandera nacional bicolor por la de Falange, aunque la astucia de Franco no lo consintiera.
Hasta no hace tanto, los socialistas, cuando estaban en la oposición, tenían en sus sedes la bandera republicana, aunque el buen sentido de sus dirigentes olvidara este símbolo al llegar al poder, aceptando la bandera bicolor como la de todos los españoles. “Estos polvos han engendrado los actuales lodos”, como suele decirse, y hora es ya de que toda la izquierda y toda la derecha vean ese símbolo como el de toda la nación y no sólo como el de una parte de ella.
Finalmente, hemos de decir que en esto el Partido Comunista Español, quizás por cuquería, estrategia o lo que sea —que no lo sé— nos ha dado lecciones a todos ya que desde su legalización —y de ello soy testigo— en sus sedes, al lado de su bandera roja, ha puesto siempre la bicolor, siendo entonces la única izquierda que no tuvo empacho en reconocer ese símbolo nacional, que debemos acatar todos, desde los moderados a los extremistas, como el único símbolo que está por encima de las particulares ideas.
Diario HOY, 4 de agosto de 1983

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