Con motivo de la “V Exposición
del Libro Extremeño”, que se viene celebrando en Cáceres, los aficionados a
los libros de nuestra región están de enhorabuena, pero se dan casos curiosos
de búsqueda de determinados temas que indican por dónde va la afición a la
lectura de los cacereños y extremeños.
Una cosa curiosa, según nos manifestaba el organizador de la
exposición, es que se ha puesto de moda la búsqueda de libros sobre heráldica
extremeña y cacereña. Libros que traten y analicen los escudos que figuran en
nuestras viejas casonas y el significado de los mismos. Desgraciadamente sobre
lo que pudiéramos llamar heráldica local hay publicado muy poco, un libro de
Lodo Mayoralgo sobre “Linajes cacereños”
y poco más, con lo que la búsqueda suele ser infructuosa aunque la afición de
una mayoría se dirija a esos temas que, estando dispersos en otros libros, nadie
—o muy pocos— autores se han encargado de recopilar y explicar.
Hablado de ello diremos que sobre esto de la heráldica hay mucha
confusión y como da la casualidad que alguien ha afirmado que en la ciudad
monumental cacereña se podría estudiar heráldica, vamos a dar cuatro pinceladas
sobre el tema.
En primer lugar diremos que los escudos que adornan nuestros palacios
no están puestos ahí como adornos, sino que son un verdadero documento en
piedra por el que se puede saber el origen de la familia que habitó el palacio,
sus títulos de nobleza, las batallas en que intervinieron, su condición social,
etc. Lo único que pasa es que para esa interpretación existe un determinado
código que hay que saber, puesto que si no pensaremos que son un simple adorno.
En primer lugar aclararemos que el escudo, en su época, era algo así
como el documento nacional de identidad del caballero, al que no se podía
adicionar ni quitar “cuarteles” más
que los que le correspondían, porque en aquel entonces todo esto se llevaba a “punta de lanza”. La misma forma del
escudo ya indica el estado social del que lo lleva: los escudos de forma
redonda son de eclesiásticos, o relacionados con la iglesia, por ejemplo el
jarro de azucenas dentro de un círculo es el escudo de la Virgen; los del obispo Galarza, de Cáceres,
todos son redondeados. Los escudos romboidales eran los de las damas, como el
mismo de Valencia que es así, porque esa ciudad fue propiedad de la esposa del
Cid Campeador; los de mesnaderos, soldados o infantes son cuadrados o rectangulares,
y los de caballeros de la forma corriente en que estamos más acostumbrados a
verlos. Todas las piezas, y el propio yelmo que lo corona, si miran a la
izquierda indican bastardía y si miran de frente máxima hidalguía. Luego está
la interpretación de los “cuarteles”
interiores, que indican la procedencia de cada familia, sin que ello sean
adornos puestos a tontas y locas.
En fin, no se trata de darles un curso de heráldica, sino decir
simplemente que los escudos son documentos en piedra interpretables y no un
simple adorno como muchos pueden pensar. Todo ello aparte de que hoy por hoy,
el escudo se use como simple adorno y no se le de mayor importancia.
Diario HOY, 5 de agosto de 1983
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