Era una familia cacereña que llevaba años ausente de Cáceres y que,
aprovechando que pasaban camino de Toledo, hicieron lo que cualquier cacereño
ausente, devoto de la Virgen de la Montaña, hace nada más llega a la ciudad
hacer un hueco en el viaje para al menos subir al santuario de la Patrona,
verla y rezarle a sus plantas una oración contándole sus cuitas
Habrá que decir para el que no lo sepa que la devoción de la Virgen de
la Montaña es algo arraigado en la entraña de los cacereños de tal modo, que
para muchos es el único rezo que les une con la religión. Me confesaba un viejo
cacereño que él era anticlerical, que no creía en los curas, pero que la
estampa con la imagen de la Virgen de la Montaña no falta nunca de su cartera y
que nada más podía, subía al santuario para estar un rato con la Madre
espiritual de Cáceres y rezarle a su manera.
Aclarando esto, vuelvo con la familia viajera que, según ellos mismos
contaban, llegaron al santuario sobre el mediodía, sobre las dos y media de la
tarde, y con prisas para continuar el viaje, pero se encontraron con la
desagradable sorpresa de que el santuario estaba cerrado.
Gestionaron con el ermitaño el si podían ver a la Virgen, explicándole
el motivo y la prisa de su viaje, pero éste les dijo que la comunidad de monjas
que lo sirven —o él mismo, ya que esto no lo aclaró del todo— tenían que comer
y lo cerraban hasta las tres de la tarde, agregando como única solución el que
esperaran hasta esa hora, ya que el lado del mismo había una cafetería y que,
total, falta poco tiempo para las tres.
En definitiva, la familia no pudo esperar y se marchó con el deseo
incumplido de ver a la Virgen a la que rezaron desde fuera, pero sin contemplar
su imagen.
Ellos mostraban su extrañeza de que las devociones tengan que
adaptarse a un horario comercial, de cierre y apertura, como si de un comercio
se tratara. Es más, hasta insinuaron que si al ermitaño le dicen que quieren
comprar unas medallas, posiblemente les hubiera abierto, pero les sentó tan mal
el cierre que no quisieron hacerlo. “El
que se cierre por la noche —decían— nos
lo explicamos, pero no al mediodía, cuando las veces que la Virgen baja a
Cáceres no se cierra nunca.” Pongan ustedes el comentario.
Diario HOY, 29 de octubre de 1983
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