jueves, 5 de octubre de 2017

La visita a Gibraltar


Como tantos otros españoles, he aprovechado los días de vacación para atravesar la verja andando —que es la única forma en que puede hacerse— y visitar Gibraltar. En la visita se exige pasaporte, pero la experiencia ha sido enriquecedora. Da la sensación de que nuestra Administración tras el gesto de entreabrir la verja, se ha arrepentido de hacerlo, puesto que no te dejan entrar ni máquina fotográfica —de no llevar un permiso especial difícil de conseguir— ni sacar nada de allí a no ser un simple paquete de tabaco que en muchos casos se obliga a que esté abierto. Los que más han ganado con la apertura son los “llanitos” —los gibraltareños— nacidos y criados en el Peñón, pero de pasaporte británico, que han visto rota su claustrofobia y, aunque andando, pueden salir libremente a comprar y consumir en España o, lo que en cierto modo es una ventaja para el comercio de La Línea, Algeciras y pueblos próximos.
Lo que a está menos claro es su deseo de integración a la Administración española. Ellos hablan andaluz y se sienten andaluces, pero las ventajas de “ser británicos” siguen siendo mayores que las de ser españoles. Me lo decía el guía que me acompañó a visitar el Peñón. “Nosotros cobramos en libras, moneda más fuerte que la peseta, no tenemos casi impuestos y estas libras se nos multiplican por tres o cuatro cuando las cambiamos por pesetas, con lo que nuestro poder adquisitivo en España está por encima del de cualquier español de nuestro mismo oficio. Los españoles viven mucho peor que nosotros y les es difícil encontrar trabajo y aquí nos sobra, aparte de los impuestos que en España son una carga que aquí, siendo británicos, no tenemos que soportar.”
Hay que decir también que Inglaterra se ha volcado en el Peñón, al que tiene atendido en todos sus servicios y es una maravilla de aprovechamiento ya que cada pequeño espacio está aprovechado al máximo, contrastando su limpieza y ordenamiento con el abandono en que está en todos los servicios el Campo de Gibraltar español. Quizás ésta sea una razón política que los ingleses han sabido cuidar al máximo. Una amplia y bien cuidada red de carreteras subterráneas —con su iluminación— cruzan en todos los sentidos la Roca, y existen playas y apartamentos que se arriendan a familias británicas a 9.000 pesetas por semana. Se autoabastecen de agua mediante rampas artificiales en los laterales de la Roca que llevan la lluvia a unos aljibes subterráneos, aparte de tener plantas potabilizadoras de agua de mar. Cierto que todo aquello debe costarle un ojo de la cara al Imperio Británico, pero han logrado convencer a los “llanitos” de que mejor están con ellos que con nosotros. Las bases militares, que las hay, no se enseñan, pero uno las está oliendo a cada momento.
Hay, además, otro tipo de mentalización muy británico y es que, en todos los establecimientos públicos, hay gráficos con la historia de Gibraltar —amañada claro— pero que demuestra que el Peñón ha sido más tiempo británico que español.
En fin, que la consecuencia que uno saca es que ante una política española de abandonos y dudas se ha alzado otra inglesa que va a lo suyo y sabe lo que quiere. Estoy por decirles que, si se hace un referéndum entre la población gibraltareña —como Inglaterra quiere— Gibraltar seguirá siendo inglés por otro montón de años, diga lo que diga nuestro Morán y nuestra Administración actual.
Diario HOY, 25 de julio de 1983

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