domingo, 15 de octubre de 2017

“Primun vivere…”


Al próximo pleno municipal de Cáceres, del día 11, se lleva una propuesta para declarara a Cáceres zona no nuclear. Según me entero, hay ya siete ayuntamientos cacereños que han hecho la tal declaración: Alcuéscar, Riolobos, Malpartida de Cáceres, Montehermoso, Aldeacentenera, Arroyo de la Luz y Pinofranqueado.
Yo, como ignorante de estas cosas que se suelen poner en moda en el mundo entero, quisiera que alguien me explicara qué se saca, prácticamente, de tal declaración. Vamos, para entendernos, ¿qué saca el vecino de a pie de que una institución municipal declare a su territorio no nuclear, cuando no son ellos los que manejan ese “tanto”?, ¿han bajado acaso los garbanzos, en esas siete localidades cacereñas, tras la declaración, o más bien han seguido con sus mismos problemas cuotidianos, que son en los que debe entender el Ayuntamiento, aunque se hayan quedado, tras la declaración, tan anchos y tan panchos?
Tras lo dicho, puede que se me considere hombre de pocas miras, que se me diga que hay que entrar en las corrientes idealísticas del mundo y sumarse al coro internacional que pide esto y lo otro, pero es que pienso yo que antes de todo eso lo que hay es que arreglar otras cosas más próximas, resolver los problemas que tenemos entre manos, los que afectan al vecindario y luego, tras de tenerlos resueltos, aplicar las ideologías o las corrientes mundiales que son aspectos más remotos aunque sean muy bonitos y “vistan muy bien”. Porque hacerlo al revés puede tomarse como un distraer el personal para que no se ocupe de lo cuotidiano.
A la primera República española se la representó con un loro, porque todo lo que hizo fue hablar  —muy bien y con altas ideas— sin resolver lo próximo y lo que debía tener entre manos y ahora estamos corriendo el mismo peligro, por dejar los problemas próximos y dedicarnos a montar filosofías, sin resolver lo nuestro.
Está bien que salgamos, por ejemplo al paso de la carrera armamentista, pero no debemos esperar gran cosa práctica de nuestra declaración, porque las dos grandes potencias que rigen el mundo tienen fábricas de armas de las que viven muchos de sus ciudadanos y, por mucho que digan, van a seguir con ellas, y lo que es peor, montarán guerras para el consumo de estos productos donde les venga en gana. ¿Por qué no dedicarnos a lo nuestro?
Diario HOY, 9 de noviembre de 1983

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