(Incluida en el libro
“Ventanas a la Ciudad”)
Por aquello de que “el que no es
agradecido no es bien nacido”, voy a tocar un tema del que tengo más bien
pocos datos y del que hablaré un poco de memoria, porque para lo que voy a
decir las precisiones sobran. Pienso yo, y creo que conmigo algunos cacereños,
que en general Cáceres se ha portado mal con el recuerdo de un cacereño que
dejó su fortuna para creación de una institución gracias a la que se han
conseguido algunas cosas sustanciosas para Cáceres. Me refiero a don Fernando
Valhondo Calaff y a la “Fundación
Valhondo”, creada con su herencia que, prácticamente, heredó Cáceres entero
y gracias a la cual se han conseguido cosas como la de que la Facultad de
Filosofía y Letras tenga cobijo, y el Colegio de Letras, antecedente de ella,
pudiera crearse en un edificio que se construyó con el capital de esa
institución y con fondos de la misma. Hay otras cosas que la “Fundación Valhondo” ha conseguido, pero
no se trata de dar una lista de ellas, sino recoger el hecho del olvido en que
se tiene a ese cacereño.
Cierto que la Facultad de Letras ha sido la única institución que, de
algún modo, ha mostrado este agradecimiento, mandando realizar un busto de don
Fernando Valhondo, que está precisamente en los jardines de dicha Facultad,
pero a mí me parece poco homenaje a la memoria de este hombre que lo dejó todo
a Cáceres.
Alguien me señalaba, y tiene cierta razón, que al lado de esto nos
acordamos de gentes —con indudables méritos— pero tan poco conocidas
popularmente entre nosotros como “Enrique el Cojo”, para el que se ha iniciado un
expediente de nombramiento de hijo predilecto. No es que yo esté en contra de
ello, pero creo que el tal Enrique ha hecho bastante menos por Cáceres que el
tal don Fernando, cuya obra la estamos palpando y disfrutando cada día, aunque
sólo sea en esa Facultad de Letras... En fin, no es más que señalar un orden,
sin que ello resulte oposición a otros honores.
Lo que al parecer es cierto es que don Fernando Valhondo murió en
Madrid, al ras de la Guerra Civil, y allí está enterrado, aunque en su
testamento dejó dicho que deseaba que sus restos mortales reposaran en Cáceres.
No es que sea mucho, pero como homenaje, ¿no podrían traerse al menos sus
restos a Cáceres?
Diario HOY, 8 de noviembre de 1983
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