sábado, 14 de octubre de 2017

Un buen cacereño, pero olvidado


(Incluida en el libro “Ventanas a la Ciudad”)
Por aquello de que “el que no es agradecido no es bien nacido”, voy a tocar un tema del que tengo más bien pocos datos y del que hablaré un poco de memoria, porque para lo que voy a decir las precisiones sobran. Pienso yo, y creo que conmigo algunos cacereños, que en general Cáceres se ha portado mal con el recuerdo de un cacereño que dejó su fortuna para creación de una institución gracias a la que se han conseguido algunas cosas sustanciosas para Cáceres. Me refiero a don Fernando Valhondo Calaff y a la “Fundación Valhondo”, creada con su herencia que, prácticamente, heredó Cáceres entero y gracias a la cual se han conseguido cosas como la de que la Facultad de Filosofía y Letras tenga cobijo, y el Colegio de Letras, antecedente de ella, pudiera crearse en un edificio que se construyó con el capital de esa institución y con fondos de la misma. Hay otras cosas que la “Fundación Valhondo” ha conseguido, pero no se trata de dar una lista de ellas, sino recoger el hecho del olvido en que se tiene a ese cacereño.
Cierto que la Facultad de Letras ha sido la única institución que, de algún modo, ha mostrado este agradecimiento, mandando realizar un busto de don Fernando Valhondo, que está precisamente en los jardines de dicha Facultad, pero a mí me parece poco homenaje a la memoria de este hombre que lo dejó todo a Cáceres.
Alguien me señalaba, y tiene cierta razón, que al lado de esto nos acordamos de gentes —con indudables méritos— pero tan poco conocidas popularmente entre nosotros como “Enrique  el Cojo”, para el que se ha iniciado un expediente de nombramiento de hijo predilecto. No es que yo esté en contra de ello, pero creo que el tal Enrique ha hecho bastante menos por Cáceres que el tal don Fernando, cuya obra la estamos palpando y disfrutando cada día, aunque sólo sea en esa Facultad de Letras... En fin, no es más que señalar un orden, sin que ello resulte oposición a otros honores.
Lo que al parecer es cierto es que don Fernando Valhondo murió en Madrid, al ras de la Guerra Civil, y allí está enterrado, aunque en su testamento dejó dicho que deseaba que sus restos mortales reposaran en Cáceres. No es que sea mucho, pero como homenaje, ¿no podrían traerse al menos sus restos a Cáceres?
Diario HOY, 8 de noviembre de 1983

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