domingo, 8 de octubre de 2017

Una de puentes


Vamos a hablar hoy de la mala suerte que con los puentes hemos tenido en la provincia de Cáceres. No me refiero a los puentes vacacionales, sino a los otros que sirven para salvar ríos.
En esta cuestión también estuvimos discriminados hasta los años veinte, porque creo que la nuestra fue una de las únicas provincias en las que, aun en esas fechas, tenían que pasarse por barcas algunas carreteras principales, porque hasta entonces no había puentes sobre ellas, o los que había se habían destruido en época remota sin volver a reponerse.
Este fue el caso de la llamada hoy carretera nacional 630, que al llegar al Tajo se veía interrumpida por este río, ya que los puentes romanos de Alconétar estaban derruidos de antiguo y, al parecer, en época e Felipe II se repusieron con maderas pero duraron poco, porque una de las riadas del Tajo arrasó con ellos, por lo que el paso del río se tenía que hacer por barcas y famosas fueron las llamadas barcas de Alconétar, que funcionaron hasta el año veintitantos en que se hizo un puente en la carretera que ahora está sumergida en dicho pantano.
Lo curioso, no obstante, es que el ferrocarril sí tenía puente, también ahora sumergido bajo las aguas, siendo utilizado también, no sólo para el paso del ferrocarril, sino para el paso de los peatones que lo cruzaban, con los lógicos peligros pero los vehículos que por la carretera llegaban al borde del río habían de esperar a que la barca los pasara al otro lado. En cuanto al puente del ferrocarril existe un detalle poco conocido, y es que, ese puente lo trazó y dirigió el famoso ingeniero francés Eiffel, exactamente el que hizo la famosa torre metálica de París que lleva su nombre.
Pero no era esta la única carretera cacereña interrumpida por falta de puente, porque la que iba desde el puente del Guadancil hasta Ciudad Rodrigo, a su paso por Coria, también carecía de puente, aunque en este caso no era por rotura del viejo, sino por un fenómeno geológico que desvió el río de su cauce natural quedando el viejo puente romano en seco y el río sin puente, hasta el punto de que Coria era conocida por la ciudad que tenía un puente sin río y un río sin puente. También funcionaron allí barcas y hasta se arbitró un puente de madera que salvaba el río, cuando éste no venía muy ancho, porque en las grandes avenidas el puente era insuficiente y el paso había que hacerlo también por barca.
Creo que fue también alrededor del año 20 cuando se subsanó el inconveniente dotando a la carretera del puente metálico que aún existe.
En fin, lo que sí pienso es que todo este tema de la historia provincial está poco contado y las nuevas generaciones lo desconocen aunque, como quien dice, es historia totalmente contemporánea.
Diario HOY, 19 de agosto de 1983

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