Pienso yo que los niños actuales no se han podido dar el gustazo de
ejercitar su imaginación mirando los desconchones y manchas de las paredes
encaladas.
Ahora no se blanquean las paredes. Ahora se pintan o se empapelan
logrando quizás un efecto más bonito, pero menos enriquecedor de la imaginación
infantil.
Yo alcancé a conocer la época en que los edificios, por dentro y por
fuera, se encalaban. Cáceres tenía una cal buenísima y el producto estaba al
alcance de la mano por lo que, al menos una vez al año, las fachadas y el
interior de las habitaciones se encalaban. Para esta práctica había
blanqueadores en gran abundancia que, en un santiamén los enjalbegaban rodo.
Pasaba, no obstante, que como las capas anteriores no se quitaban y
los desconchones no se rellenaban con pasta, como ahora, la nueva capa presentaba
unas irregularidades que simulaban sombras y formas caprichosas cuando no les
daba la luz totalmente de frente. Ello estimulaba la imaginación de los niños
que veíamos un mundo fantástico en esas sombra hasta el punto de jugar a ver
quién averiguaba lo que imaginábamos ver.
El juego era muy simple y solía hacerse entre dos. Uno de los niños
decía: “Veo un elefante” y el otro
tenía que averiguar cuál de las manchas simulaba un paquidermo: o veo un acara,
o una nube, o un dragón… porque todo dependía de la imaginación del observador.
Pero el juego se estropeó con la llegada del progreso, que sustituyó
la cal por pintura o papel uniforme como se estropeó la floreciente industria
cacereña de la cal de la que vivían muchas familias y, prueba de ello, es la
existencia de la calle de Caleros, así como la superabundancia de hornos de cal
que hoy día han pasado a la historia.
Pero —y esto es lo curioso del caso— un entendido de estas casas me
explicaba hace unos días que se está volviendo a la utilización de la cal, por
ser más lógica y más sana que la pintura.
“Mira, me decía, la cal es un
desinfectante natural al que no le llega la pintura y, además, es más aislante,
sobre todo en climas cálidos. Si tú pones la mano en una pared encalada que
esté al sol, por fuerte que éste sea, la pared parecerá fría, lo que no pasa
con una pared pintada con otro producto, caldeándose ésta como si fuera un
horno.”
En fin, que la serie de cosas que en defensa de la cal me dijo mi
amigo, parecen indicar que la cal se vuelve a utilizar en los antiguos usos
para los que antes se destinaba, quizás por aquello de que no hay nada nuevo
bajo el sol, y que yo me alegro de ello, por lo que pudiera suponer en el
resurgir de esta vieja industria cacereña, de la cal y los caleros.
Diario HOY, 18 de agosto de 1983
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