
Yo, para bien o para mal, he recorrido algunos de aquellos pueblos y,
aparte de ir de asombro en asombro, he sentido vergüenza ajena, porque cada dos
por tres surgían nombres de paisanos nuestros que fundaron ciudades, gobernaron
aquello (bien o mal, que esto importa menos), matizaron costumbres y realizaron
la aventura más grande que conocen los siglos, y yo no sabía de ellos una
palabra. Por eso creo que para el español, y para el extremeño en particular,
le viene muy bien —si puede— darse una vuelta por allí, porque en América está
lo nuestro más que en lado alguno.
Por eso pienso que esta exposición, al ser un poco acercar todo aquel
mundo a los descendientes de los que hicieron parte de él, es un verdadero
acierto. Veremos allí las cultura que encontraron ojos extremeños que llegaron
los primeros allí, y que fueron los últimos en regresar, de Filipinas y Cuba. Es
más, pienso que con ese espíritu debe verse la muestra en la que se ha logrado
una síntesis muy aceptable de lo que fue la historia americana desde antes de
llegar Colón hasta que aquello dejó de pertenecernos. Creo que por todo ello
merece la pena felicitar a los organizadores que han logrado ponernos a mano
algo de la América nuestra.
Diario HOY, 23 de diciembre de 1984
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