Prohibir es fácil, pero crear no lo es tanto. Digo esto a cuenta del acuerdo
pulsado ya en la permanente municipal, de prohibir el tráfico y aparcamiento en
la ciudad monumental. De entrada, uno se identifica con ello, porque nuestra
ciudad para una visita turística sin coches es una maravilla. Pero las cosas
hay que pensarlas muy mucho, y antes de llegar a esta drástica medida —que es
muy fácil de aplicar— hay que resolver otros problemas, que no son tan fáciles
de llevar a cabo.
Yo he visitado Oxford, donde en el recinto histórico universitario no se
deja circular más que en bicicleta, pero fuera de él hay buenos aparcamientos
urbanos para dejar el coche o transportes urbanos que le acercan a uno. En Cáceres
el primer problema, dentro y fuera del recinto, es la falta de aparcamientos.
Yo no me explico cómo el Ayuntamiento actual rechazó lo de los aparcamientos
subterráneos de la Plaza Mayor, que hubieran paliado este problema quizás
porque la idea era de la anterior Corporación, aunque pensándolo bien el tanto
se lo hubiera apuntado la actual. En ese sentido como en muchos otros nuestra
actual Corporación es inoperante y se deja caer por la cuesta fácil de la
prohibición y en lo de los aparcamientos volvemos a lo del huevo de la gallina
—¿qué debe hacerse antes?— y pienso que el crear la solución debe ir por
delante del prohibir. No estoy, a pesar de todo, en contra del proyecto o
limitación, pero lo que sí digo es que antes de él debe atenderse a la ciudad
monumental hoy abandonada, sin vigilancia, sin iluminación, cuyos rincones han
quedado para refugio de drogadictos o maleantes. El primera paso sería
rehabilitarla y vigilarla, el segundo crear aparcamientos más o menos próximos
de ella que acojan a los vehículos que allí aparan y el tercer paso prohibir
aparcar en ella. Hacerlo al revés es comenzar el casa por el tejado.
Diario HOY, 2 de enero de 1985
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